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Haro finalizando el siglo de sus luces (I)

Totalidad del texto publicado en 2017 por Bodegas López de Heredia en el libro 'El vino entre dos siglos'
Plaza de la Paz hacia 1900, a la izquierda se aprecia la desaparecida puerta de la Villa, Portares o Bortares | Foto cedida por Julián Calvo.

Suenan las doce campanadas que dividen el día 4 de octubre de 1857 en el nuevo reloj de la Plaza de la Paz de la villa de Haro y los jarreros manifiestan su alegría acompañados por los sones de la Orquesta de Aficionados que dirige el Maestro de Capilla, José Díaz Horbañanos. A su término, el Alcalde, Manuel Ruiz Eugercios, junto a la totalidad de la Corporación, procede a la inauguración del artilugio francés instalado en los altos de la Casa Consistorial.

En un principio la pretensión munícipe se inclinaría para que su adquisición se realizase en Londres, pero Saturnino Montoya, contratista de su instalación, se decidió por una maquinaria de la casa B. II Wagner-Collin, ubicada en la Rue Montmartre 118-122 de París, delegándose su montaje en el empleado de la casa monsieur Pascal.

Inauguración del reloj

Este reloj, inaugurado con anterioridad al Big Ben de Londres, en avenencia con el de la Parroquia de Santo Tomás, fabricado e instalado en septiembre de 1845, para sustituir al antiguo y original, por el relojero y vecino de Bargota (Tierra Estella-Navarra) Ildefonso Valencia, serán testigos, e irán marcando el devenir de los acontecimientos más importantes que tendrán lugar en la villa durante la segunda mitad del siglo XIX.

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Cincuenta años de iniciativas, con aires modernistas, que irán dotando a la villa de los adelantos que todavía no gozaban muchas de las grandes ciudades de la época.

Y es que, recién comenzada la década de 1850, bodegueros y comerciantes de Montpellier se verían obligados a acercarse a la entonces villa de Haro, donde se les recibiría de forma amistosa, ya olvidada la ocupación de comienzos de siglo, en busca de vinos con los que paliar los daños que el oídium, enfermedad producida por la planta criptogámica originaria de Norteamérica y localizada en las Islas Británicas en 1845 en los invernaderos que mister Slater poseía junto a la desembocadura del Támesis, en Margate, que sería estudiada por el botánico mister Tucker, de ahí su denominación Oidium tuckeri, pasando al continente en 1848, siendo detectada en París entre 1850-52 para en brevísimas fechas afectar gravemente a los viñedos del Languedoc, que con un clima cálido y húmedo, 20-27 grados centígrados, era la región ideal para su inicial desarrollo. Por lo que la presencia, entre otros, de Jules Lenhardt, Louis Parlier y Eugene Kruger serviría para que las más avanzadas ideas galas irrumpiesen en la población propiciando cierta corriente progresista en la mentalidad harense.

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Esta nueva forma de pensar, hace que la Corporación comience a interesarse, ya en 1851, por el proyecto de una obra que podría cambiar la economía de las poblaciones que tuviesen la fortuna de ser incluidas en su trazado. Esta gran obra, que se realizaría con un poco de retraso respecto a otras semejantes del resto de Europa, lograría la conexión de la capital del reino, Madrid, con la frontera francesa, mediante la construcción de la vía férrea del Norte de España.

En sesión celebrada el día 7 de octubre de 1855, bajo la presidencia del Alcalde Claudio Pisón, la Corporación evidencia una gran visión de futuro al debatir la importancia que tendría que la línea cruzara la villa, ya que deducen que, indefectiblemente y en muy pocos años, debería enlazar con la que uniría Zaragoza con Barcelona, lográndose, de esta forma, dar mayor realce a la población al conseguir la industria que fomentaría el nudo ferroviario que su unión originase.

Haro finalizando el siglo de sus luces (I) 1

Pero los intereses económicos de ciertos políticos de la capital de la provincia, derivarían en la indefensión de los intereses de todos los riojalteños, no solamente harenses, perdiéndose esta gran oportunidad al decidir el Congreso que el ferrocarril, tras atravesar la Bureba burgalesa, recalase en Miranda de Ebro.

Tal afrenta originaría un movimiento secesionista, alimentado por el impresor Blas González López, que pretendió integrar la villa en la provincia de Burgos, cuya Diputación, mejor dicho una tercera parte de sus diputados, tan bien habían defendido los intereses de sus representados.

Creación de la Banda Municipal

Muchos atribuyen al arrojo de Blas González que la línea Tudela-Bilbao recalase en Haro, pero ya era una realidad desde que los Diputados Sagasta, Olózaga y Bayo visitasen Bilbao, en mayo de 1856, solicitando la cooperación para crear esta vía de comunicación, línea que, inevitablemente, incluiría la villa en su trazado, pero que la privaría del ansiado nudo ferroviario.

Finaliza 1857 y, el 20 de diciembre, la Corporación, presidida por Manuel Ruiz Eugercios, aprueba las bases para la formación de una Banda Municipal, sociedad que iniciaría su andadura a comienzos de 1859. Esta agrupación contaría con la competencia de los músicos más experimentados de la villa, los de la extinta Banda de Música del Batallón Haro de la Milicia Nacional, agrupados en la Orquesta Filarmónica, que en escasas fechas, 1862, provocaría el cese de José Díaz Horbañanos.

Salida que conllevaría a la formación de una nueva Agrupación musical que sería dirigida por el músico catalán de la Barceloneta Ramón Riera i Villanueva, quien tampoco tendría éxito en su cometido, ya que sus subalternos le obligarían a abandonar la entidad. Situación que conllevaría a la creación y disolución de numerosas Bandas en lo que restaba de siglo.

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