Tras el último Pleno Ordinario celebrado días atrás, nuestro Ayuntamiento se abre a la expectativa de unas próximas elecciones locales que darán como resultado seguro una nueva composición de sus integrantes. A la par y durante estas fechas, se vienen sucediendo los actos de presentación de las candidaturas de diferentes partidos y asociaciones políticas, que muestran las caras y nombres de los vecinos de Haro que, de manera pública, se muestran dispuestos a tomar el relevo a la Corporación saliente.
Ante el descrito escenario, resulta del todo imposible aislarse del consiguiente maremágnum de opiniones y críticas que, bien de modo oral o escrito, son formuladas en torno al tema por la ciudadanía jarrera y su entorno. Es por ello, y aún teniendo en cuenta lo particularmente delicado del tema, por lo que me voy a permitir, desde estas líneas, el lujo de exponer lo obvio de algo que, por poseer tal carácter, quizás no debiera resultar merecedor de ningún tipo de explicación pero, visto lo visto, aún observo que hay quienes parecen no entenderlo. Voy a ello.
Los derechos de crítica y de libre opinión resultan connaturales a la democracia, esto es algo incuestionable; pero aun siendo así creo que, tanto uno como otro, deberían quedar subordinados a un previo y responsable proceso de racional análisis de su contenido por parte de quien los ejerce. Digo esto por todos aquéllos que, “ad personam”, tratan de descalificar tanto a electos como a elegibles en función de la particular imagen que de los mismos poseen.
Quienes actualmente participan y quienes otrora hemos participado de manera activa en la política municipal jarrera, somos perfectos conocedores -por propia experiencia- de lo que ello conlleva: entre otros muchos particulares quebraderos de cabeza añadidos, preocupaciones por cuestiones que en otro caso te hubieran resultado ajenas, situaciones personales, profesionales o laborales delicadas por incómodas o antieconómicas y, finalmente, una inevitable exposición pública que, con más o menos frecuencia y dependiendo ello de hallarte en el gobierno o en la oposición, acarrea el riesgo de colocarte como blanco de una barraca de feria.
Sólo por lo anterior a cualquiera se le deberían esfumar las ganas de integrarse como candidato en una lista municipal, y más en una pequeña ciudad como la nuestra en la que existen muchas probabilidades de cruzarte en la calle, en el ascensor o en el trabajo al día siguiente de celebrado un Pleno, con el vecino negativamente afectado por tu voto en el mismo.
Jarreros que dan un paso adelante
Afortunadamente y a pesar de todo ello, continúa demostrándose que existen jarreros dispuestos a dejar estampar sus nombres y apellidos en unas listas de las que, de manera pluralista y aunque a algunos les (o nos, quién sabe) termine causando alguna desazón, saldrá elegido el alcalde o la alcaldesa de Haro y sus concejales o concejalas, imprescindibles todos ellos para un gobierno local en democracia. Vecinos que, aún sabiendo del más variado tipo de negativas opiniones e incluso hirientes críticas que ello les puede llegar a suponer, salgan elegidos o no, dan un paso adelante.
Muchas gracias a todos ellos.