La concentración celebrada a última hora de la tarde en la plaza de la Paz, con lectura de un manifiesto de carácter eminentemente reivindicativo e interpretación de una pieza musical por parte de alumnos del Conservatorio Lucrecia Arana, después del minuto de silencio que guardaron los presentes en memoria de todas las víctimas, pone cierre a los actos programados por el Ayuntamiento de Haro para conmemorar el Día Internacional contra la Violencia de Género este 25 de noviembre.
Esta destacada jornada arrancó, no obstante, a primeras horas de la mañana con una propuesta simbólica con la que se pretendía implicar a los transeúntes en su desarrollo y que constituía, en realidad, un homenaje plástico a las 1.118 mujeres que han perdido la vida a manos de sus parejas desde que se iniciara el recuento de tan dramáticos casos en 2003.
19 cepas para recordar las víctimas de la violencia machista
Para ello se instalaron en el porche de la Casa Consistorial y en los soportales más próximos 19 barricas donadas por bodegas del municipio, como si formasen parte de una exposición que se presentaba en público bajo el lema ‘Sin razones significativas’, y con la que se pretendía generar “un ambiente más propicio y emotivo” en el corazón de la ciudad.
Cada una de ellas hacía referencia visual a esos años, colocando sobre ellas una cepa hecha de alambre y adornada por una guirnalda luminosa donde se animaba a colgar, con la colaboración de los jarreros, racimos de papel donde aparecían el nombre, edad y número de las víctimas. Era, apuntaba Arantxa Carrero, la metáfora ideada para “visibilizar la cantidad de mujeres que han sido asesinadas en los últimos diecinueve años, algo que”, remarcaba la responsable del área de Igualdad, “no debe reducirse a una cifra”.
Ésa era la razón por la que invitaba a los vecinos a acercarse a la plaza de la Paz para devolver a cada una de ellas a las simbólicas plantas colocadas allí. Y a sumarse a la declaración institucional que la Administración riojalteña hizo llegar a los presentes, a pesar de las desapacibles condiciones climáticas de la tarde.
El encuentro que cerró la agenda de tan señalado día sirvió para recordar “a todas y cada una de las víctimas, con nombre propio, con historia de vida, que fueron truncadas por una sinrazón”, a pesar del reconocimiento expreso que se hizo en la Cumbre de Pekín, allá en 1995, de los derechos de las mujeres “como derechos humanos de pleno compromiso universal”.
El documento venía a remarcar “el camino conjunto” que se ha venido recorriendo desde entonces hacia “una perspectiva de género” que se aplica “de forma transversal en las diversas esferas de la vida y es el horizonte marcado para la consecución real y efectiva de derechos sociales, prevista en la agenda 2030, atendiendo así mismo a la responsabilidad social corporativa”.
Ese empeño choca de frente, no obstante, con las durísimas cifras que resumen la tragedia sufrida a lo largo de las dos últimas décadas y representadas por 19 cepas que trataban de mantener vigente el relato de las mujeres asesinadas a lo largo de esos años mostrándolas en público como racimos de uvas.
“Es impactante certificar las sinrazones significativas de todos estos delitos; sinrazones injustificables”, apuntaba el texto al sostener que el motivo por el que perdieron la vida era el mero hecho de “ser mujeres. Si es evidente que una vid cargada de peso se derrumba y destruye, y la hemos de ayudar a mejorar su producto final despojándola de carga, por qué no somos capaces de apoyar de forma global a mejorar la sociedad, eliminando toda forma de violencia y especialmente tendiendo la mano a todas esas mujeres que hoy en día pueden ser socorridas”. Ahí la pregunta que el manifiesto dejó en el frío aire de la tarde noche en Haro.
