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Héroes de andar por casa

Cinco familias cuentan a HARO DIGITAL cómo están viviendo los primeros días de aislamiento para frenar la propagación del coronavirus
Pilar, Alejandro y la pequeña Laura en la terraza de su casa en Toledo.

Están los irresponsables, pero también están ellos. Personas que han entendido la gravedad de la situación y que entienden que quedarse en casa y atender las recomendaciones que lanzan las administraciones son la única manera de llegar a ver algún día la luz al final del túnel.

Estas cinco familias son sólo un ejemplo de los muchos que hay a lo largo y ancho de nuestra región y nuestro país. Ellos, como otros muchos, entendieron incluso antes de la declaración del Estado de Alarma que ésta era la manera en la que tenían que obrar, no sólo por el bien de los suyos, sino por el bien de todos. Héroes de andar por casa.

“No fui a la concentración del 8-M porque no me parecía seguro”

Cristina y Ángel viven en Santo Domingo de la Calzada. Ella es periodista, pero desde este curso hace prácticas como profesora en un colegio riojano, él trabaja en una empresa. Los dos entendieron la gravedad de la situación que vive el país y todo el mundo hace ya dos semanas. Tienen dos hijos, Guillermo, de 6 años, y Carolina, de 8.

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“No fui a la concentración por el Día de la Mujer porque no me parecía seguro. El lunes hicimos vida normal porque nadie decía nada, los niños fueron al colegio, pero el martes cuando se anunció el cierre ya por la tarde no fueron. Dimos un paseo por la parte alta de Santo Domingo y ya decidimos que quedarnos en casa y salir lo imprescindible era la única manera“, explica Cristina, que tiene dos padres mayores a los que tiene que atender.

La locura del papel higiénico

Les hace los recados típicos de farmacia y alimentación y les ayuda en casa cuando su marido Ángel está en casa con los más pequeños. Desde el próximo lunes podrá trabajar desde casa y la familia se quitará de encima un problema menos mientras dure el Estado de Alarma.

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Guillermo y Carolina haciendo los deberes en su casa de Santo Domingo de la Calzada.

Cuando se anunció la decisión de cerrar los colegios, fueron a comprar al supermercado, “una compra un poco más grande, pero sin volverse locos”. “Sobre todo verdura y fruta, por aquello de la vitamina C… y un paquete de papel higiénico, solo uno, que teníamos en casa, y además tenemos bidé, que no se acaba el mundo“, bromea Cristina, que hace hincapié en que los más pequeños entiendan la importancia de lavarse las manos a menudo y bien. “Les he mostrado vídeos y jugamos al juego del virus. Nos pintamos un virus con rotulador en la mano y tenemos que borrarlo”, nos cuenta.

El cierre de los centros educativos ha trastocado las vidas de millones de españoles. ¿Con quién dejar a los niños si los padres trabajan? ¿Dejarlos con los abuelos siendo estos un colectivo de riesgo por la edad?… Sin olvidar el plan diario en casa, sin clases, sin extraescolares y sin actividades con otros niños, como recomiendan las autoridades sanitarias.

“Aquí en casa mantenemos las rutinas, les dejo dormir un poco más por las mañana, pero a las nueve los levanto, desayunan y se ponen con las tareas del colegio. Cuando acaban ya tenemos tiempo de ocio y jugamos con ellos. Hay un montón de cosas para hacer. Ver películos, descargamos aplicaciones educativas para practicar con ellos. Viendo en la situación en la que estamos todo esto es un mal menor”, señala Cristina.

Vecino de Cristina es Fidel. Este calceatense vive con su mujer Luz María y con sus dos hijos, Yaiza y Yeray, dos mellizos de 12 años. Él es periodista y ella trabaja para una empresa de alimentación. En cuanto se decretó el cierre de los colegios de Vitoria y Labastida, “ya veíamos que esto también nos podría tocar a nosotros”. “Te das cuenta entonces que hay que tomar medidas y que esto va en serio”, asegura.

Para adaptarse a esta nueva situación, Fidel y Luz María han tenido que “hacer malabares”. Él, por su trabajo, tiene más flexibilidad, pero ella no puede ‘teletrabajar’. Cuentan con la ayuda de la madre de Fidel, pero “lo justo y necesario por seguridad”. “Yaiza y Yeray ya son mayores, son responsables y se dan cuenta de la gravedad de la situación, saben que todos tenemos que colaborar y desde el primer momento saben que este periodo en casa no son vacaciones”, explica Fidel.

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Yeray y Yaiza disponen de dos tabletas facilitadas por su colegio para llevar al día la rutina del curso.

“Esto no son vacaciones”

Para ello han impuesto a los pequeños de la casa una rutina que “difiere muy poco” de la del colegio. “Hacen las tareas de la escuela en las horas en las que tendrían que estar en clase, pero somos un poco más flexibles por la situación también en la que nos encontramos”, indica. Para llevar al día los deberes de clase, Yaiza y Yeray disponen de dos tabletas que el Colegio Jerónimo Hermosilla ha repartido entre los alumnos de varios cursos y que ya utilizaban en el centro en el marco de un programa para implantar la tecnología en las aulas. “La rutina les ayuda para que se den cuenta de que el curso no ha parado”, destaca.

Muy cerca de allí, en Haro viven Igor y Lidia. Tienen una niña de 7 meses que se llama Valeria. Él es consultor web y ella trabaja en el área de marketing de una empresa que le permite ‘telebrabajar’. El martes pasado, Igor decidió cerrar su oficina de cara al público. Fue el primer paso. Las cosas empeoraron y como a su mujer le permitían trabajar desde casa, decidieron que “lo mejor era irse para casa”. Cogió de la oficina un par de monitores, el ordenador y más “trastos” que necesitaba y convirtió la mesa del comedor en su nuevo escritorio, preparado para estar así “una buena temporada”.

“Lo mejor era irse para casa”

Pero trabajar en casa con una niña pequeña no es como estar en la oficina. Animación no falta. “Es complicado a veces, Valeria es hiperinquieta, no nos da respiro, pero intentamos aprovechar al máximo los ratos en los que duerme y también nos turnamos”, explica Igor, que recuerda que “además de todo eso también están las tareas del hogar con lo que apenas tienes tiempo para descansar. Ponemos una serie o una película por la noche para dejar de pensar en todo esto durante un rato y caemos dormidos al momento”.

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Valeria, Igor y Lidia en su casa de Haro.

Igor entiende que la situación va a ir a peor y que la declaración del Estado de Alarma puede ser un instrumento eficaz para parar ciertas irresponsabilidades, pero “firmo que para la Batalla del Vino tengamos una situación medio normal, firmaría ahora mismo estar dos meses así, teniendo en cuenta el caso de China”.

Para pasar el trago, aparte del cine y las series, “algo de jardín tenemos en casa, así al menos esto se puede hacer un poco más llevadero al darte un poco el aire en la cara”. Porque desde el jueves apenas salen de casa. “Lo mínimo, algún recado y poco más”. Antes de que las cosas se complicaran, hicieron un poco de compra y antes del fin de semana encargaron una compra más grande de manera online. “En otra época suele llegar al día siguiente, pero ahora hasta dentro de unos días no te la envían a casa”.

También en Haro vive Irene. Malagueña afincada en la ciudad jarrera, vive con su pareja, César. Ella trabaja en un supermercado, él para una empresa. Tienen un niño, Samuel, de año y medio. César se puede quedar con Samuel mientras Irene trabaja y cuentan también con la ayuda de los padres de él si les hace falta.

El cierre de la guarderia les afecta, está claro. Como a otros miles de españoles. Rompe la rutina de horarios y “es más difícil que el niño gaste energía todo el día metido en casa”. “Nos cuesta más que duerma o está en ocasiones nervioso. Está en esa edad en la que necesita hacer más cosas y no puede comprender que no debemos estar en la calle. Por lo menos en internet hay infinidad de recursos imprimibles para hacer con los peques, y de eso hemos tirado. Hacemos dibujos, juegos, pegatinas, pintamos, jugamos con la plastilina…”

A esto se suma el tercer integrante de la familia, Camy, un simpático perro de raza beagle al que le encanta vigilar el barrio desde la ventana del salón. “Camy también lo nota. Sus paseos son mínimos, un poco por debajo de casa y subimos rápida. En alguna ocasión hemos aprovechado esos cinco o diez minutos para que Samuel corra un poco con la bicicleta”.

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Irene y César juegan con su hijo Samuel en el salón de su casa en Haro. Al fondo, medio escondido, Camy, la mascota de la familia.

“Debemos ser conscientes y responsables, por nosotros y por el resto”

En su trabajo reconoce que viven un momento “difícil” porque hay mucha gente a todas horas, pero “todos estamos poniendo de nuestra parte apra que todo salga adelante. Tomamos todas las medidas de seguridad necesarias ya que es un sitio en el que se está muy expuesto”, reconoce.

“Es difícil estar dos semanas en casa y no aprovechar una tarde de sol como la de estos días, con los niños en casa todo el rato, pero debemos ser conscientes y responsables, por nosotros y por el resto, por el trabajo que están haciendo los sanitarios o los trabajadores de limpieza de los hospitales. Si nos quedamos en casa ayudaremos a parar esto y podremos volver a nuestra vida normal pronto”, insta Irene.

A más de 300 kilómetros de Haro, en Toledo, viven Pilar y Alejandro. Los dos son periodistas en Castilla-La Mancha TV (foto destacada). Ella fue corresponsal de Cope en la ciudad jarrera entre 2008 y 2011 y también en Logroño. Tienen una hija de un año y medio, Laura, y están esperando otra para agosto. Una nota de alegría en medio del desastre.

En Toledo apenas hay casos de coronavirus y las medidas de aislamiento apenas empezaron a llegar el jueves por la tarde. “Hasta entonces hacíamos vida más o menos normal, había precaución, pero no miedo. Nosotros por seguridad hace días que evitamos aglomeraciones o viajes a Madrid a pesar de la cercanía, pero salíamos a trabajar con normalidad y llevábamos a Laura a la guardería”, cuenta Pilar.

“Cuando cerraron los colegios entendimos la dimensión de la crisis”

La gravedad de la situación en el país provocó que todo cambiase por la tarde. “Entonces anunciaron de manera precipitada el cierre de los colegios, con apenas unas horas de antelación y cuando el mismo día habían negado que fuera una medida necesaria. Nos asustamos porque entendimos entonces la dimensión de la crisis”, afirma.

Pilar está embarazada y el ambiente de la redacción en la que trabaja “no es muy seguro”. “Muchas personas en un lugar cerrado, poco distanciamiento… Así que hablé con el departamento de recursos humanos y decidimos que lo mejor era que me quedara en casa. Después organizaron grupos de trabajo en la empresa para que vayamos a trabajar cinco días y permanezcamos dos semanas en casa. En la televisión se ha suprimido toda la programación, sólo informativos. Es lo más coherente”, nos explica.

Desde el viernes al mediodía permanecen en casa. “Laura es aún pequeña y no hace preguntas. Solo necesita sus juguetes y un espacio amplio en el que moverse, así que hemos convertido la terraza en un parque improvisado”, indica Pilar, que desconoce, como la mayoría, cuándo terminará esta situación. “No sabemos cuánto tiempo durará esto, pero la responsabilidad y el civismo nos llevan a cumplir las normas y no salir de casa. Ni siquiera para visitar a los abuelos y eso que son mayores. Sobre todo porque son mayores y hay que protegerlos”, destaca. “Seguro que pronto superamos esta situación y pueden venir a Haro a visitarnos para celebrar que todo esto ha pasado”. Y aunque nos pese en el alma, ésta es la actitud.

#QuédateEnCasa

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