El amor todo lo puede. Y un tema con hilos casi infinitos de los que tirar no podía fallar para terminar la décima Clássica de Casalarreina con ganas de más. Y el amor todo lo pudo. El amor y el grupo Opera Omnia, que desplegó un programa divertido y emocionante, fresco y cálido, cómplice y barroco.
El propio director de la formación, Isaac M. Pulet, presentó ‘Amor, no te llame amor’. El verso extraído de ‘El Caballero de Olmedo’, titula el esfuerzo por recuperar, en torno al eterno tema, esa música realizada para acompañar a las obras teatrales del Siglo de Oro. “Se hicieron tan populares que se sacaron de sus obras de teatro y acabaron creando repertorio propio”, afirmó Pulet. El público disfrutó de parte de ese repertorio como esa audiencia que se arremolinaba en los corrales de comedias de ese siglo intenso.
Las composiciones musicales que están escritas en su mayoría por Juan Hidalgo, referencia en los tonos de este género, encandilaron a la audiencia por ese aire popular marcado por una percusión esencial pero entusiasta. Con tambor, castañuelas y pandereta dio el tono, nunca mejor dicho, a unas piezas que se bailaron desde los asientos.
Una audiencia, encandilada
Además, las letras, llevadas con elegancia y gracia por Manon Chauvin, acabaron por conectar con las personas asistentes. “Cuidado que anda el Amor disfrazado entre mis llamas”, en Antorcha brillante, “Eres dueño de las almas pero no del albedrío”, se dice a Cupido en la divertida ¿Quieres estarte quieto, Cupido? O, también en referencia al travieso querubín “Ciego que apuntas y atinas, caduco, Dios y rapaz” de la más conocida letra de Luis de Góngora.
El arpa, la vihuela de mano y la viola de gamba hicieron el resto. Las folías interpretadas por este trío, además de la percusión, acabaron por emocionar a la audiencia que lo celebró con una sonora ovación dirigida, especialmente, a Calia Álvarez, que realizó una interpretación profunda y también sentida de la viola de gamba.
Leo en las notas tomadas en penumbra una frase ambigua que dice “una triste pasión que pretende ser esperanza”. El amor, trágico o gozoso, siempre es esperanzador en esas líneas barrocas de un siglo donde el escenario del teatro era la realidad y la vida sueños son.
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