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José Luis Pastor descifra con detalle y deleite en Casalarreina el latido milenario de la cuerda pulsada

Desde el mismo momento en que Pastor apareció por la Piedad como un juglar, tocando una vihuela de péñola, el nutrido público asistió casi con la respiración contenida para atrapar cada nota y cada explicación del artista andaluz
José Luis Pastor descifra con detalle y deleite en Casalarreina el latido milenario de la cuerda pulsada | Foto: Jöel López

A lo largo de los años nos han llegado tratados, partituras, pinturas y esculturas a través de los cuales hemos podido interpretar la música a lo largo de la Historia. Pero, en realidad, no sabemos cómo sonaba, por ejemplo, una guitarra en la Edad Media. No hay grabaciones, apenas hay instrumentos originales que puedan darnos una nota real. Un silencio histórico que personas como José Luis Pastor tratan, en recitales como el de ayer, de descifrar, de arrojar luz y música a la historia de casi mil años de la cuerda pulsada.

Desde el mismo momento en que Pastor apareció por la Piedad como un juglar, tocando una vihuela de péñola, el nutrido público asistió casi con la respiración contenida para atrapar cada nota y cada explicación del artista andaluz. Porque el recital de ayer necesitaba contexto. La música cedía foco a los instrumentos en sí mismos. Ocho piezas únicas, una de ellas original, acompañaban a Pastor como herramientas para alumbrar a los asistentes. Por momentos, la explicación, los datos y el necesario contexto provocaban una pérdida de brillo musical, donde la clase magistral ganaba terreno al recital.

Un concierto didáctico

Pero Pastor habla y explica como toca: escoge muy bien cada palabra, es educado y atento y no da nada por sentado. El mimo con el afina esos instrumentos era un espectáculo en si mismo. Tanto como su fascinación al contar que, por ejemplo, el modelo para construir la cítola que usó ayer viene de la que está esculpida en la catedral de Toro.

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Seguro que aún anda pensando quien lea estas líneas: “¿Qué diablos es una vihuela de péñola?; ¿Y una cítola?”. En ese intento de descifrar el mapa de la guitarra durante siglos, Pastor utiliza un glosario tan desconocido como certero. Pequeñas balizas que sirven al público para mantenerse a flote. Palabras como Vihuela, péñola, guitarra de pera, cítola, zanfoña, órdenes, traste, tratado, rasgueo o figueta (una de mis nuevas palabras favoritas) resonaban en la Piedad con tanta belleza como esa notas de las cantigas de Alfonso X El Sabio. Como gotas de un río que “brinca de peña en peña”.

La péñola explica una evolución de siglos en la forma de tocar la guitarra o vihuela en su forma anitigua, Se trata de un artefacto, el antepasado de una púa, que servía para pinzar la cuerda y no usar los dedos. Eso se podía hacer porque las composiciones, aún no siendo sencillas, eran más simples. Su desaparición supone la complicación de las composiciones. El intérprete suelta la péñola porque necesita toda la mano para poder tocar partituras polifónicas. Ahí aparece la figueta: una manera de tocar las cuerdas con el dedo índice y el pulgar. Y así con todo. Pastor se para y nos da luz en el rasgueo. Algo tan común para nuestros oídos, no aparece hasta el Renacimiento como práctica y hasta el Barroco como técnica.

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Y en ese ir y venir de cuerdas, ruedas y manivelas, queda la música. Un recital de una delicadeza a la altura de los instrumentos que tenía entre manos. Queda en la memoria el compás de fiesta popular de la Cantiga de Santa María interpretado por una cítola trotona, el final folclórico de la Romanesca de Narváez rasgueado por una vihuela de mano o la delicadeza del bis, dedicado a las monjas allí presentes. Una pieza de Hildegarda Von Bingen celebrando el amor a Dios con el que Pastor volvió a bajar del escenario. En un acto tierno y coherente, el estudioso pasó a ser juglar y esperó al público en su puestito para ofrecer sus composiciones de proyecto Vade Mecum en el que se basaba el recital a muy buen precio.

Schola Cantorum Paradisis Portae o la búsqueda de la voz sacra aragonesa

La búsqueda de la meditación y la reflexión íntima con el particular Via Crucis de la Schola Cantorum Paradisis Portae dará solemnidad a la tercera jornada del festival. Un programa cuidado en el fondo y en la forma que tyoma elementos como el soneto para afrontar la tradición de cantar las diferentes estaciones del viacrucis de Jesucristo.

La Schola Cantorum Paradisi Portae nace en Zaragoza con el fin de difundir, a través de conciertos, colaboraciones y grabaciones, un patrimonio que abarca más de mil años de tradición: el canto gregoriano y las primeras polifonías, especialmente la recuperación del repertorio conventual y cisterciense en la Corona de Aragón.

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