Comenzaré afirmando que, a pesar de esta denominación, el puente pertenecía a Haro, y que, sin lugar a dudas, ha llegado hasta nuestros días tras una azarosa vida, ya que desde su construcción ha sobrevivido en numerosas ocasiones al colapso total tras soportar actuaciones, más o menos acertadas, para cumplir con la función de unir ambas márgenes del Ebro comunicando los importantes mercados castellanos con los vascos, cántabros y navarros.
Su datación ha sido confusa en ciertos momentos. Govantes sostenía que su edificación data de entre los siglos X y XI, debido a los intentos castellanos de fijar las poblaciones al territorio. Asimismo, apunta otra teoría, algo más audaz, diciendo que el puente era una reconstrucción de otro mucho más antiguo, de la época tardorromana, que unía río abajo Briñas y Dondón.
Pistas sobre su historia
Sin embargo, el primer documento que nos da pistas sobre la fecha real en que fue construido, es una carta de Sancho ‘el Bravo’, signada en 1288, dando el producto de los derechos de una escribanía del pontazgo o aduana del puente, para la reconstrucción de las murallas que él mismo había derruido en el famoso sitio de Haro, tras haber dado muerte al Conde de Haro y Señor de Vizcaya en las Cortes celebradas en Alfaro.
Otro escrito, en este caso una carta de amojonamiento entre las villas de Labastida y Briñas, dado el 15 de agosto de 1320, sería otra prueba de su construcción en el último tercio del siglo XII, indicándonos que el primer mojón sería colocado en una calera de Juan del Rey de Haro (fallecido durante el amojonamiento), diciendo, (Sic): “Para la puente de Haro que es en Ebro”. Asimismo, su estructura puede ser considerada como uno de los principales ejemplos del gótico civil riojano.
En la actualidad, el puente nos muestra siete ojos, sospechando que en sus inicios sólo tuviera seis, con el mismo número de machones o pilares con espolones en la base. Los arcos más antiguos son el quinto y sexto, que muestran la típica forma gótica de arcos apuntados. Presenta un pretil que recorre ambos lados del puente y ostenta una impresionante fábrica de sillería.
Durante el siglo XV, los transeúntes y usuarios del puente elevarían numerosas quejas sobre los altos precios del pontazgo, por lo que los Reyes Católicos intervendrían fijando los precios a cobrar por el Concejo, obligándole al mantenimiento de su estructura. Asimismo, sabemos que la Casa Velasco usurparían las rentas, siendo restituidas al Concejo en 1524.

Múltiples reparaciones en el puente
Asimismo, tenemos constancia de las múltiples reparaciones que se han realizado en el Puente desde su edificación. Actuaciones bastantes costosas que obligarían a los pueblos cercanos y usuarios habituales a colaborar con materiales en la reparación a cambio de no pagar el pontazgo. Por ejemplo, Berganzo en 1571 quedaría exento del pago, pero a cambio tenía que entregar 200 estacas cada vez que se reparara el puente. Tratos similares se acordaron con Miranda (1578), Labastida (1590) o incluso en fechas muy posteriores (Ocio en 1735).
Las reparaciones se ven en cada centuria, por ejemplo en 1643 las realizadas por el maestro jarrero Pedro de Urquiola, añadiéndose nuevas estructuras como la aduana para cobrar el ‘Pago de la Cadena’ (pontazgo) en 1739 cercana a la ermita de Nuestra Señora del Puente, siendo el Concejo quien disfrutaba la posibilidad de cobrarlo o sacarlo a subasta. Pero las principales actuaciones tendrían lugar durante los siglos XIX, coincidiendo con la guerra de Independencia y Carlistas.
Durante la ‘Francesada’, se produjo la voladura de un arco para frenar el avance ‘gabacho’, pero al triunfar estos, repararían los desperfectos causados a la vez que modificarían el uso de las diferentes estructuras civiles, para convertirlas en militares.
A través de las diferentes guerras Carlistas, el puente sufriría diversas alteraciones como la construcción de puentes levadizos y otras fortificaciones de dudosa calidad y ejecución, que junto a numerosos y graves daños estuvieron a punto de derruirlo totalmente.
Aspecto actual
En el último tercio del siglo XIX se realizarían importantes y urgentes actuaciones para repararlo, dificultándolo múltiples problemas burocráticos. De estas fechas conservamos unos planos que nos muestran cómo era el puente en el primer tercio del siglo XIX, fechado el 15 de noviembre de 1834.



A partir del primer tercio del siglo XX, el puente perdería su utilidad, quedando obsoleto como consecuencia a los cambios en las formas de comunicación, siendo necesario la construcción de un nuevo puente que lo sustituyera. Siéndolo por el puente de Santo Domingo.
A comienzos del siglo XXI se realizaría la última actuación para subsanar todas las deficiencias, dejándolo con su aspecto actual, como el de la imagen destacada, tomada desde el camino de ‘En medio’, obra de Carlos Mena.