En este capítulo explicaremos la antigua historia del camino de los Arenales o el Atajo, tal como se le conoce popularmente. Vial que comienza, en la actualidad, en límite entre Cores y los Arenales finalizando en el cruce con el inicio del camino de la Cruz de Hierro, en dirección Oeste, y el antiguo vial de San Felices, dirección Norte, siendo atravesado en su parte final por el barranco o arroyo de Cubillas, que es salvado por un puentecillo, cuando éste se encuentra cerca de su desembocadura en el Ebro.
La pregunta que se nos presenta ahora, es: ¿Cuál es la singularidad de esta vereda? La respuesta es que nuestro Atajo formaba parte de una calzada tardoantigua que unía las principales calzadas romanas que atravesaban nuestro territorio o se situaban cercanos a él.
Nuestra Comunidad autónoma era atravesada por una vía principal, la ruta 1-XXXII de Astorga a Tarragona, tal como se describe en el Itinerario de Antonino, guía de la época romana donde se describían las principales vías. Esta carretera romana entraba en la Rioja proveniente de Briviesca y Cerezo de río Tirón, por el valle del Tirón, esto es, por Tormantos y Herramelluri, para pasar al valle del Oja por Villalobar, y continuar buscando el valle del Najerilla por Hormilla, Tricio, Alesón y Navarrete, para una vez llegar, por el valle del Iregua, a Logroño proseguir por la margen derecha del Ebro hacia la Rioja Baja.
Lógicamente, existían viales secundarios que unían las diferentes grandes calzadas para conectar los territorios y poblaciones por las que no discurrían de forma directa y nuestro camino de los Arenales es un vestigio de una de estas vías accesorias. En este caso la hipótesis más plausible es que, desde Varea naciera un trayecto que siguiendo dirección Noroeste fuera por la ribera derecha del Ebro buscando otro de los grandes itinerarios descritos por Antonino, el XXXIV que unía Hispania con Aquitania (Burdeos-Astorga). Vía que, partiendo de Logroño, llegaba hasta Briones tras recorrer las poblaciones de Fuenmayor y Cenicero, donde se pueden apreciar restos. Este ramal secundario se dividía tras pasar la localidad brionera en dos, uno que se dirigía hacia Casalarreina, Cihuri y Sajazarra, y el otro, por Gimileo, Haro, Bilibio e Ircio, buscando la vía principal en Arce-Mirapérez o bien, Puentelarrá. Esta es la hipótesis de trabajo más aceptada, aunque existen otras que escaparían a esta presentación y que dejaremos para otros escritos.
El camino de los Arenales sería parte de esta vía secundaria que atravesaba el territorio berón para buscar Miranda, a través de las Conchas, por el lado de la Serna. Los vestigios que quedan muestran un camino realizado sobre las propias lastras, con unos arcenes de piedra, con forma rectangular de 1×0,50 metros aproximadamente. El trayecto está limitado por el arcén en su lado derecho, mirando hacia el Norte, mientras que el de su parte izquierda viene delimitado por un ribazo que va perdiendo su altura según descendemos la pendiente.
Arcenes que ayudaban a los usuarios a poder transitar con seguridad salvando los cortados, o pequeños barrancos, sobre las fincas o terrenos situados a una altura inferior. Cercano a la orilla del arroyo podemos observar un muro de contención, posiblemente posterior, en el lado derecho, ya que por el lado contrario el terreno se encuentra igualado.
Al final de la vereda existe un puentecillo que salva el Barranco de Cubillas cuya cimentación ha sido considerada por varios autores de fábrica tardoantigua, pese a las grandes modificaciones y reparaciones a las que se ha visto sometido.
El sendero de los Arenales, como hemos dicho, formaba parte del ramal de unión de las poblaciones del valle del Tirón, con las ribereñas del Ebro, tanto a un lado y al otro de los Obarenes y, por ende, de las grandes vías. Este Atajo, por su derrotero Sur, se uniría al ramal de Cihuri, a través de Atamauri, por una vía que transitaría por Anguciana y Oreca hasta Sajazarra, uniéndose a los ramales de la vía de la orilla derecha del Ebro. Al Norte seguiría a través de Bilibio y la Serna, hacia Ircio, tal como ya comentamos en el segundo capítulo dedicado a Bilibio. En la actualidad podemos encontrar en este camino de la Serna hacía Herrera arcenes muy similares a los de los Arenales presentando, incluso, algún pequeño tramo un doble borde de piedras.
Los caminos del Sendero del Rey y el desaparecido antiguo camino de Atamauri pertenecerían a esta familia de veredas, presentando un trabajo muy similar en ambos viales, pese que a su datación podía encontrarse ya más en la época altomedieval.
Estos itinerarios perduraron en el tiempo siendo utilizados en épocas posteriores y en algún caso hasta la actualidad. Podemos afirmar que tal vez fuese durante el siglo XX en el que más modificaciones o desapariciones sufrieron estos viales debido a los sospechosos habituales, en nuestro caso las concentraciones parcelarias y la construcción de viales modernos.
Respecto a la vereda a estudio hoy podemos reconstruir su historia debido a varios arreglos que se realizaron de forma constante a través del devenir del tiempo, teniendo noticias muy precisas, por ejemplo, de los arreglos realizados en el siglo XVIII (Hergueta recoge varios de los arreglos de esta vía, que era parte del “camino Real y de Correo Ordinario” a la ciudad de Miranda). En 1760 se repara el puente sobre el Barranco de Cubillas, realizando una nueva planta del mismo, trabajo que realiza un viejo conocido nuestro, Pedro Zalbide.
Este maestro cantero, volverá a trabajar en el camino en 1769, ya que el intendente general de Burgos daría órdenes para ello al ser informado por las autoridades jarreras de los daños que presentaba la vía. En esta ocasión se “mancomunará” con el maestro Carlos de Zuñeda, ya que él por sus medios no puede realizar la obra contratada por 7.100 reales. Por último, casi una década después, en 1778, se volvería a contratar a un grupo de maestros canteros, de la localidad cántabra de Trasmiera, para realizar trabajos necesarios en este vial.
Un camino lleno de historia que en fechas recientes, marzo de 2023, ha sufrido daños debido a una intervención en una de las fincas que existen entre la LR-306 y la calzada.