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En el término del Rosal (denominado anteriormente como los Rosales) se construyó la Plaza de Toros de Haro permanente. Desde antiguo los toros habían sido una de las diversiones públicas más populares en la ciudad, pese a que en la actualidad han perdido este aliciente para una parte muy importante de la población, debido a la desidia, cambio de estándares y falta de espectáculos.
Lo cierto, es que tenemos registros de la celebración de corridas de toros desde el final de la Edad Media. Estas se celebraban, sobre todo, para festejar las festividades de San Juan, San Pedro o Santiago, y posteriormente incluir la celebración de San Felices o de la Virgen de la Vega. Tenían un carácter público ya que los organizaba el Concejo que era quien tenía que obtener los toros y realizar el palenque. Los toros en sí, los conseguía el carnicero municipal, figura esta que lograba la concesión para traer la carne para la Villa en una subasta que organizaban las autoridades. Uno de los condicionantes era conseguir las reses bravas para estos festejos, además de montar la plaza donde se toreaba, resultando realmente gravoso para la Villa. El Concejo también realizaba la subasta mediante la que los pujadores que se hacían cargo del montaje y organización de las ferias taurinas.
Los lugares más habituales para montar el palenque, serían la explanada que había dejado el castillo, los arrabales de la Villa a lo largo de la Carrera de los Lagares del Diezmo, la Plaza Mayor, el Cerrado de la Madalena y durante muchos años en la plazuela de San Agustín. De estas plazas móviles tenemos múltiples contratos municipales donde se puede apreciar el gran trabajo que exigían, para cumplir con los requisitos de utilidad y seguridad. Lo cierto es que con el paso de los años y los siglos, la complejidad de la organización hizo ver la necesidad de construir una plaza permanente. Tras las de ferias de la Virgen del año 1884 se presentaría un diseño del Maestro de obras Juan García Ros con la colaboración del arquitecto Juan Alvariñas. Proyecto al que el Ayuntamiento daría luz verde para crearse la Compañía de la Plaza de Toros de Haro, con un capital de 95.000 pesetas que serían dividas en 950 acciones nominativas trasferibles para financiar el proyecto. La finca donde se ubica la plaza era conocida como el Crucifijo siendo propiedad de Matilde Belunza. Según recoge la famosa enciclopedia taurina “El Cossío” su construcción data del año 1885, pero realmente su finalización e inauguración fueron en el año 1886.
Asimismo, la enciclopedia Cossio resume la descripción de la plaza, grosso modo, en los siguientes términos: “Obra de Mampostería, ladrillos y hierro. De forma circular (las móviles solían ser cuadradas), situada en los Rosales. Presenta 3 pisos, con seis tendidos con una capacidad de 7400 personas. En el segundo y tercer piso, se sitúan los palcos y gradas con una capacidad para 2200 personas más. Cinco puertas de acceso con cuatro escaleras. La plaza tendría las siguientes dependencias, conserjería con vivienda, administración, taquilla, caballeriza (con capacidad para treinta monturas), capilla, enfermería, sala de toreros, corrales, corrales para el apartado y 6 chiqueros”.
El 28 de marzo de 1886 toma el mando el empresario Víctor Font, produciéndose la inauguración el 2 de junio del mismo año con la actuación de dos de los espadas más famosos de la época, Frascuelo y Lagartijo, lidiando ganado de Vicente Martínez. Desde esta fecha, hasta el año 2016, los festejos serían interrumpidos, exceptuando el año 1938. El último acto taurino sería ofrecido el 11 de junio de 2016 con un cartel asimismo de lujo, lidiando toros de Valdefresno lo matadores Urdiales, el Fandi y Sebastián Castella.
A lo largo de estos 120 años han toreado las grandes figuras del toreo, pudiéndose consultar los listados con facilidad en la literatura. En esta Plaza se han vestido de luces por primera vez dos toreros, Antonio Ordóñez en 1948 y Víctor Mendes en 1977, tomando la alternativa el mexicano Carlos Chaves Barrón en 1962. En 1991 debutó la ganadería del reputado crítico taurino Alfonso Navalón. Por el contrario, el hecho más luctuoso, es sin duda la muerte del banderillero Eugenio Soto “Sotito”, con 41 años, el año 1931. Este subalterno gaditano formaba parte de la cuadrilla del novillero Raimundo Serrano. Un 28 de junio un novillo de Fidel Rubio le segó la vida, tras tropezar dando un capotazo recibiría una cornada en el vientre le causó la muerte en la enfermería de la plaza. El desafortunado torero estuvo enterrado en el cementerio municipal durante 72 años, ya que el Ayuntamiento cedió una fosa en calle Santa Teresa, concretamente la número 2, siendo sus restos trasladados a Madrid en 2003. Decir, por último, que el 17 de julio del año 1931, se celebraría un festival benéfico en Madrid, donde participaron entre otros Lalanda, Manolo Bienvenida o Cagancho, recaudándose 62.114,45 pesetas que quedarían a favor de sus hijas huérfanas.
Otro grave hecho para la plaza fue el incendio que sufrió el día 8 de setiembre de 1951. Las causas no están claras, aunque se opina que una carroza guardada en el interior de los pasillos originó el incendio. No hubo que lamentar daños personales, aunque si materiales importantes. De todos modos, y gracias a la actuación ciudadana, se pudo extinguir el incendio y sanear el edificio para poder ofrecer el festejo programado para el día siguiente. Sin embargo, los daños cambiarían la morfología de la plaza, así como su capacidad al perderse gradas y palcos.
El campo organizativo y empresarial iría cambiando a lo largo de los años, hasta que pasó a manos municipales en 1943. Múltiples empresarios y empresas se han dedicado a organizar los diferentes festivales y corridas, catalogándose como los más importantes, entre otros, “Amigos de Haro”, el Club Taurino y “Toloharo”. Esta última empresa formada por los hermanos Muga y Felipe Amo reactivó la vida de la plaza de forma espectacular con llenos y carteles de parangón. Además, realizaron una serie de Festivales pro restauración de “El Coso”, que fueron un hito en la temporada primaveral taurina del Norte. Podemos afirmar que estos empresarios salvaron nuestra plaza de una zozobra y apatía generalizada que se arrastraba desde la década de los setenta. Fue con la desaparición de Manolo Muga, cuando esta empresa cesaría en la dirección de la plaza, comenzando otro periodo de impase en el mundo taurino local. Actualmente, desde 2016, la plaza ha sido utilizada para diferentes usos tales como conciertos, demostraciones ecuestres o espectáculos teatralizados para la festividad de Halloween.
Como dato final, señalaremos que el nombre de la plaza de Haro es “El Coso”, denominación que pusieron los empresarios Eustasio Díaz Perujo y Pablo Manzanos, al adquirir por 32.000 pesetas la Plaza, en enero de 1939. La denominación de “Los Rosales” sería errónea actualmente.
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