El 10 de agosto se cumplen 60 años del estreno de El Extraño Viaje, la película de Fernando Fernán-Gómez inspirada en el llamado crimen de Mazarrón o de las tres copas, del que se cumplieron también 60 años el 14 de enero de 2016 y que tuvo como protagonistas a tres conocidos hermanos de Haro, expropietarios del Hotel Higinia.
El crimen”, entre comillas porque fue cerrado en falso como dos suicidios y una desaparición –la policía nunca supo a ciencia cierta lo que pasó– tuvo un gran eco en la prensa de la época, especialmente en el famoso diario de sucesos El Caso.
La madrugada del 15 de enero de 1956, un pescador encontró en la playa de Nares del municipio murciano de Mazarrón los cadáveres de un hombre y de una mujer de mediana edad. Se trataba de los hermanos Julio y María Luisa Pérez de Nanclares Gómez, de 62 y 47 años, respectivamente. Junto a ellos había una botella de champán y tres copas perfectamente colocadas sobre una roca, dos de ellas con restos de sales de acedera, un producto indicado para quitar manchas de la ropa que contiene una alta concentración de ácido oxálico, cuya ingesta puede llegar a resultar mortal.
Pero esta extraña liturgia de las tres copas no fue el único elemento misterioso del escenario de los hechos. María Luisa estaba completamente desnuda, a excepción de un abrigo de pieles sobre sus hombros. A su lado, unos zapatos atados que parecían pertenecerle. Julio, vestido con un traje y un abrigo de paño gris. Indocumentados, tan solo se encontró lo que parecía un carné de identidad mojado y hecho pedazos en uno de los bolsillos del hombre. Ni rastro de sangre en ninguno de los dos fallecidos. Junto a los cuerpos había un maletín con objetos de aseo femeninos y una maleta grande que contenía una cuerda, un cuchillo, un martillo, una botella de brandy y un ejemplar el periódico La Nueva Rioja (hoy, La Rioja) del 30 de julio de 1953 en el que se podía leer una noticia en la que se informaba de que un hombre había muerto accidentalmente con sales de acedera.
En la cartera del hombre se encontraron 1.700 pesetas, una cantidad importante, pues en la época equivalía a un sueldo mensual. La mujer portaba un anillo de brillantes, además de unas 200 pesetas en el bolso, circunstancias que hicieron descartar el robo como desencadenante de las muertes. Por otro lado, había signos en la arena de que los dos cuerpos habían sido arrastrados por la playa, por lo que la policía pensó en la intervención de una tercera persona.
La hora de la muerte se fijó aproximadamente a las 22 horas del día anterior y tras el examen de las vísceras se concluyó que los hermanos habían sido envenenados o intoxicados accidentalmente por dioxalato de potasio presente en las sales de acedera, pero no se pudo certificar que el envenenamiento fuese la causa última de la muerte, pues la cantidad hallada en los cuerpos no parecía suficiente como para matar a una persona.
¿Un pacto suicida?
Pronto se supo que los fallecidos habían llegado a la costa murciana junto a su también hermana Marina, de 52 años, de quien se perdió el rastro y quien, según los testigos que trataron a los interfectos en la zona –camareros, taxistas, comerciantes– parecía ser quien llevaba la voz cantante del trío. Los tres hermanos procedían de Haro, con domicilio en la Calle de la Vega, número 4, en el entresuelo del Hotel Higinia (hoy Hotel Arrope), que habían heredado de sus padres, quienes, a su vez, lo habían adquirido a los condes de Moctezuma cuando era tan solo una villa. Solteros recalcitrantes y extremadamente religiosos, vivían aislados del resto de la sociedad jarrera. Marina era la cabeza de familia y gobernaba a sus hermanos con mano férrea.
Para 1956, ya habían traspasado el hotel, trasladándose primero a Bilbao y luego a Madrid con intención de rehacer sus vidas, pero los nuevos negocios no habían ido bien y volvieron a Haro. La fortuna les había acabado por dar la espalda y atravesaban una época de penuria económica. Una circunstancia que les podía haber decidido a acabar con sus vidas. Siendo como eran tan sumamente religiosos, se explicaría a su vez que el lugar escogido para matarse estuviera al otro lado de España. De esa forma lograrían evitar la vergüenza póstuma de ser recordados como suicidas.
Algunos datos más apuntaban en esa misma línea: que antes de emprender el viaje empaquetasen todos sus enseres y se los enviaran en un camión a unos sobrinos que residían en Burgos, advirtiéndoles iban a realizar “un largo viaje al extranjero”; que en las escasas pertenencias de María Luisa no se hallara documentación alguna; y que el carné de identidad de Julio apareciera hecho pedacitos en un bolsillo.
Lo cierto es que después de dejar Haro a bordo del tren Irún-Madrid, portando por todo equipaje un bolso de mano y una maleta, siguieron viaje desde la capital a Cartagena. A esta ciudad llegaron hacia las once de la mañana del 10 de enero.
Después de recorrer varias pensiones se instalaron en el modesto alojamiento de ‘La Madrileña’, y en los dos días siguientes visitaron Cabo de Palos y Mazarrón. Fue entonces cuando compraron veinte gramos de sal de en una droguería.
La madrugada del 14 de enero tomaron un taxi en Cartagena y le indicaron al taxista que los llevara a Mazarrón, solicitándole que mantuviera apagadas las luces del interior del vehículo. No volvieron a hablar en todo el trayecto. El taxi fue detenido por la Guardia Civil y el taxista preguntado por el destino de la carrera. Respondió que se dirigían a Mazarrón, lo que le valió más tarde un reproche por parte de Julio por haber revelado el lugar al que iban.
Ya en Mazarrón, en la playa donde se ubicaba el Hotel Linares, Marina bajó del taxi sola y al volver dijo a sus hermanos: “Es aquí”. Los hermanos descendieron del coche, pagaron la carrera y se adentraron en la playa. Fue la última vez que se les vio con vida.
¿Mató Marina a sus hermanos?
La desaparición de Marina suscitó diversas teorías. ¿Se había suicidado sumergiéndose en el mar? ¿Se había arrepentido a última hora del plan suicida? Su cuerpo fue buscado en el mar por buzos experimentados, sin ningún resultado. Entre esas hipótesis cobró fuerza la de que Marina matase a sus dos hermanos y se fugase a África en un barco donde le esperaba su amante. Ambos habrían decidido deshacerse de los hermanos de la mujer porque les estorbaban para su futura vida en pareja. Las marcas de arrastre de los cadáveres halladas en el escenario de los hechos, difícilmente atribuidas a Marina debido a su débil constitución, parecían reforzar la teoría de la participación de un cómplice.
Treinta y cuatro años después, en enero de 1990, José Antonio Moreno, encargado del cementario de Mazarrón, reveló a la Guardia Civil que la noche de autos, siendo solo un crío, había tropezado con los cuerpos de la playa y salido huyendo del lugar, aterrorizado. También confesó que un año más tarde había descubierto en el monte del Castellar, cercano a la playa, una mujer descuartizada y semienterrada. De la zona que indicó se pudieron rescatar un trazo de pelvis, algunas vértebras y una muela, pero hasta hoy no se han conseguido identificar los restos. ¿Podían ser los restos de Marina? ¿Aquel supuesto amante podría haberla hecho creer que huirían juntos y luego matado para llevarse más dinero?
La película
Dirigida por Fernando Fernán Gómez, El extraño viaje fue una idea original de Luis García Berlanga, a partir de las informaciones de prensa que leyó sobre crimen de Mazarrón, aunque el guión lo terminaron escribiendo Pedro Beltrán y Manuel Ruiz Castillo.
La trama se desarrolla en un pequeño pueblo de Castilla cercano a Madrid y se centra en los tres hermanos Vidal: la dominante y severa Ignacia (Tota Alba) y los tímidos e ingenuos Paquita (Rafaela Aparicio) y Venancio (Jesús Franco). Ignacia entabla una relación secreta con Fernando (Carlos Larrañaga), miembro de la orquesta que ameniza los bailes en el pueblo, quien está comprometido con Beatriz (Lina Canalejas). Paquita y Venancio los descubren y, ante la reacción colérica de Ignacia, Venancio, presa del pánico, la mata. Fernando lo encubre. La tiran dentro de una tinaja de vino y se van del pueblo. Fernando intenta deshacerse de los dos hermanos y los envenena durante un brindis. Finalmente se encuentran los tres cadáveres y Fernando es descubierto y encarcelado.
La película juega con el costumbrismo y el esperpento. Además, cuenta con una estructura narrativa de dos tramas paralelas: la cotidianidad del pueblo, convertida en toda una cinta realista de amores y rumores; y la vida de los tres hermanos, que muestra en todo momento su influencia de Hitchcock, mezclando el terror con el misterio y el true crime. Fernán Gómez nos habla acerca de las penurias y carencias de España en los años 60. Consigue reflejar una España cerrada a los avances internos, totalmente anclada en el pasado. Nos muestra a una población que, sin importar la clase social, guarda las apariencias de manera constante, ocultando su verdadera naturaleza.
A pesar de desarrollarse en Castilla y Murcia, el rodaje se llevó a cabo en la localidad madrileña de Loeches y en la alicantina Santa Pola.
La película, producida con escaso presupuesto, fue censurada nada más estrenarse y permaneció seis años olvidada en el trastero de una productora. La censura afectó incluso al propio título: iba a llamarse El crimen de Mazarrón, pero las autoridades de la época obligaron a cambiarlo por considerar que podía dañar el incipiente turismo del pueblo murciano pues el caso ni siquiera estaba resuelto. Aun así, en 1970 recibió el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos a la mejor película. Hoy está considerada uno de los mejores filmes de la historia del cine español por la originalidad del argumento, el carácter esperpéntico y de sainete al estilo de Valle-Inclán y la carpintería del guión, que mantiene el suspense hasta el final.
Fernando Fernán Gómez
Fernando Fernán Gómez ha sido uno de los actores y directores más importantes del cine español. Se inició en la interpretación en 1943 con Rosas de Otoño, de Juan de Orduña. Llegó a actuar en más de 200 películas desde los años 40 hasta el comienzo del siglo XXI, entre las que destacan Balarrasa (José Antonio Nieves Conde, 1950), El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973), Stico (Jaime de Armiñán, 1984) o La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999), entre otras. Como director y guionista (a partir de 1953, con Manicomio) llegó a realizar más de 25 filmes, actuando también en alguno de ellos, como en El malvado Carabel (1956); ¡Bruja, más que bruja! (1977); o Mambrú se fue a la guerra (1986), con el que ganó el Goya a mejor actor masculino protagonista. En ese mismo año, fue galardonado también con otros dos Goyas a mejor dirección y mejor guion por El viaje a ninguna parte (1986).
En 2005 fue premiado con el Oso de Honor por su gran trayectoria en el Festival de Berlín. Además, fue miembro de la Real Academia de la Lengua, en reconocimiento a su labor como escritor.