Con una cata magistral celebrada en Bodegas Bilbaínas, Josep Roca, sumiller del Celler de Can Roca y ‘maquinista’ de este año, dio este viernes el pistoletazo de salida a la nueva edición de la Cata del Barrio de la Estación en Haro.
Roca hizo un recorrido a bordo del “tren de la sostenibilidad” y en el que diseñó un “sentimental” abrazo entre el vino y el tiempo. Su particular viaje arrancó con la crisis de la filoxera, la plaga más devastadora en la historia de la viticultura mundial, que provocó el fin del cultivo tradicional de la vid en Europa, y que utilizó para hablar también de lo que él llama “filoxera humana”: “Hemos tensado la cuerda y llegan tiempos de extralimitación ecológica. En los últimos años hemos destrozado el campo. Hay que tomar un tren distinto, el de la sostenibilidad y la responsabilidad humana”.
Abrazo entre el vino y el tiempo, a través de la sostenibilidad
Para ello, Roca eligió nueve protagonistas de este particular recorrido en tren, nueve vinos distribuidos en las felices añadas cálidas entre 1970 y 1085, las comprometidas añadas cálidas de 2003 y 2009 y las raras añadas frías, a partir de 2013. Los participantes pudieron catar un Muga Gran Reserva 1970 (“un primer acercamiento al deseo de longevidad de los vinos”); Gran Zaco Gran Reserva 1973, de Bodegas Bilbaínas, (“un vino rarísimo con un gran abanico de frutas escarchadas”); Gran Reserva 94 de 1985, de La Rioja Alta SA (“uno de los grandes vinos de la historia del barrio realizado por José Gallego”); Imperial Gran Reserva 2009, de CVNE (“un vino de una añada excelente, salido de un año con un verano tórrido y de sequía, con uvas que se recogieron antes de tiempo”); Roda I de 2003 (“un vino que sale airoso de un año imposible, pero que conserva la finura característica de los vinos del barrio”); Pancrudo 2013, de Gómez Cruzado (“gran representante de la parte fría”); Mosto Graciano Vicuana 2019 (“fresco, sedoso y que representa la inocencia”); Viña Pomal Vinos Singulares Graciano 2019 (“el más joven de todos y que representa bien los vinos fríos y de graciano”) y el “más especial de todos”, un Corona 1939, servido como si los participantes fueran a catar vinagre en la tierra de Roca, en Catalunya, en un recipiente en el que apenas cabían unas gotas de un manjar con el que Roca quiso homenajear a las mujeres que trabajan en el campo y las bodegas, y que invitó a catar sobre el dorso de la mano: “Que toque nuestra piel. Es un vino hecho por mujeres que aprovecharon las uvas podridas y que se mantuvo en el olvido casi 30 años, hecho desde la miseria, rotundidad y necesidad”.
Para terminar este poético y sentimental viaje por los vinos elegidos por Roca, el sumiller hizo un alegato en favor de la “mirada femenina”, después de años de “mirada patriarcal”, resaltando la “cultura del aprovechamiento y del ahorro que nos han enseñado”. “Porque, en definitiva, la tierra es madre”, destacó un emocionado Roca, que luego contestó a varias preguntas de participantes.
Tras la cata, los jardines de Bodegas Bilbaínas acogieron una velada en la que los participantes disfrutaron de otros vinos de las bodegas del Barrio de la Estación y de pinchos elaborados para la ocasión. En ese ambiente distendido, Josep Roca pudo conversar y fotografiarse con turistas que habían llegado desde puntos tan dispares como Brasil y México, “sólo para verle a él”. La Cata del Barrio de la Estación no ha hecho más que comenzar. Este sábado llega la gran cita popular, “una fiesta en la que se respira felicidad, armonía, disfrute y calidad”, como destacó ayer María Urrutia, portavoz de la Asociación del Barrio de la Estación en el arranque de esta gran cita enogastronómica.
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