Suele decirse, a veces sin conocimiento de causa, como una especie de perogrullada que todos debiéramos conocer, tanto o más que la existencia del río Tirón o la presencia del Moro en la fuente más emblemática de Haro, que la vitivinicultura en la denominación de origen Rioja es diversa. Quienes defendemos y siempre lo hicimos, pese los diabólicos, algunos, malintencionados cantos de sirena, la unicidad administrativa de la denominación, también somos defensores conscientes y racionales, de la diversidad, de la riqueza de varietales, de suelos y orientaciones, de influencias climatológicas y del enorme valor que enólogas y enólogos dan a Rioja con su labor apasionante.
Me ha encantado hoy toparme con un ejercicio más de aprendizaje, gracias a la generosidad de Bárbara Palacios y Alejandro Perfecto. Dos jóvenes, uno ya va para veterano, comprometidos con la causa, con sus tierras y sus viñas. También con sus negocios, que nadie olvide que detrás de la retórica y la amable poesía, muchas familias en La Rioja, viven de sus viñedos, sus elaboraciones y sus gestiones comerciales. Alejandro empezando, Bárbara ya con galones. He catado en Briones, en el espacio Barbarot, varios vinos. El rosado Temerario, Garnacha de Alfaro, en la edición 2023. De barrica, Los Escaños y el Puppi de Bárbara. Una Mazuelo y una Viura de Alejandro, una Garnacha Blanca de Palacios. Vinos en forja, que ella y él tratan como a hijos, viéndoles crecer día a día, mes a mes. Una especie de primeur en bendita clave riojana. Una exhibición, tal vez no apta para todos los públicos, pero en cualquier caso, una lección para mi, un aprendizaje, que en este mundo de la vitivinicultura, nunca cesa.
Garnachas de Aldeanueva y Alfaro
Pues bien, dentro de la galería de vinos catados y comentados, también ha existido un espacio distinguido para dos garnachas, provenientes, una de Aldeanueva de Ebro y otra de Alfaro. Términos de Los Corritos de Valcaliente y Lo Viejo de Lobera, respectivamente. Tan próximos espacialmente y sin embargo, tan diferentes. En Alfaro, como bien expresa Alejandro, perfil acumulativo en el suelo, arcilla y piedra, suelos profundos, con escorrentía hídrica. En Aldeanueva, suelo erosivo, arcillo ferroso, salinos, bajo la sombra de Monte Agudo. Y luego llegan las sensaciones transmitidas, aún solo con seis meses de estancia en barricas de madera de roble francés, que avalan esa riqueza, esa gran diversidad, enriquecedora, que convierte a nuestra Rioja vitivinícola en un tesoro, admirable, único y diverso. La de Alfaro, Lobete, más sutil, delicada, cristalina, armada de una buena aromática, fina y expresiva en su condición identitaria. Suave en color y en el paso, pero con la fruta roja marcada junto a un guiño varietal de ralladura cítrica de naranja. La de Aldeanueva, más de fruta negra y roja, más balsámica y profunda, encaramada en una intensidad cromática aún juvenil y violácea.
Ambas tienen en común, los sugerentes guiños cítricos. La alfareña parece más domada. La de Aldeanueva, aún más asilvestrada. Las dos hechiceras, te hacen vibrar. Identitarias, tan distintas y tan cercanas. Ambas son Garnacha de Rioja. Francas, cercanas. Jugosas y tratadas con pasión y cariño. Incluso, como comenta Alejandro, teniendo en cuenta las inclemencias climatológicas de la complicada añada 2023. Valoremos lo que tenemos.
- Mucho más en almadelvino.blogspot.com