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Valle de Ocón: un destino, muchas experiencias

Enclavado en un entorno natural privilegiado y declarado Reserva de la Biosfera por su valor paisajístico y etnográfico

Lo primero que sorprende al visitante del Valle de Ocón es la singularidad de su paisaje: un valle abierto y verde, pero sin un río que lo surque. En secreto, son las aguas subterráneas que recorren sus entrañas las que lo han modelado, y ofrecen el sustento a la tierra para producir unos cultivos de calidad insuperable.

En 2013 la UNESCO declaró esta zona como Reserva de la Biosfera porque El Valle de Ocón mantiene toda su esencia rural sin renunciar a las comodidades y servicios propios del desarrollo. Dando valor a sus raíces, a su patrimonio arquitectónico, histórico y cultural, y siempre respetando el entorno natural.

Situado al sureste de la capital riojana, en La Rioja Media, lo conforman 6 municipios (Ocón, El Redal, Corera, Galilea Ausejo y Alcanadre) con 11 pueblos en total escasamente poblados, incluso con alguno más ya deshabitado. Le llaman “El valle escondido”: un rincón mágico y con encanto de la España vaciada, que no vacía, pero sí cada vez más deshabitada.

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Casas rurales con jardines únicos y gastronomía de “kilómetro cero”

Van ahora unas pinceladas de algunas de las experiencias que se pueden vivir en Valle de Ocón, donde disfrutar del verano es todo un premio para descansar el cuerpo y para relajar y desconectar la mente.

Están señalizados todos los senderos del valle para los más andarines. En las faldas de Sierra La Hez, pasaremos entre encinares y robledales por los anillos ciclomontañeros hasta descubrir un majestuoso hayedo, declarado por la UNESCO como el último de la Europa suroccidental: un bosque mágico que invita a la ensoñación, un espectáculo para los sentidos…

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También se pueden dar sencillos y agradables paseos por los caminos que unen los pueblos del municipio de Ocón: La Villa, Las Ruedas, Aldealobos, Los Molinos, Pipaona y Santa Lucía. Sin olvidar el misterioso y deshabitado pueblo de Oteruelo, donde se mantienen en pie parte de sus casas e incluso la torre de la parroquia de San Lorenzo.

Perdiéndonos por sus centenarias encinas, rozaremos la desaparecida aldea de San Julián y los restos del acueducto romano, que bajaba las aguas desde la sierra al llano, saciando la sed de la capitalina Calagurris Nassica Iulia. En este histórico y frondoso paraje de Ocón, la batalla la ha ganado el bosque, reconquistando el paisaje.

El único molino harinero visitable en el norte de España

En el Valle de Ocón aún se puede disfrutar del aroma del jabón hecho a mano en el cuidado lavadero de Corera, donde no falta ni un detalle. La Asociación de Mujeres del municipio se encarga de enseñarlo, igual que la Casa del Espartero que te traslada a cómo se vivía en un pueblo hace 100 años. Nada de lo que allí hay es atrezzo. Todo ha sido “vivido” porque cada uno de esos elementos se buscó casa por casa de los vecinos para que ahora todos podamos verlo.
El Molino de Ocón es sin duda el emblema del Valle, con sus aspas de madera de abeto rojo de 14 metros. Es visitable y podemos ver cómo funcionaba el primigenio sistema de molienda. Desde fuera, a 800 metros de altitud se disfruta de maravillosas vistas del valle de Ocón, en del Valle de Ebro y las Sierras de Cantabria y Codés, divisando al noreste las

cumbres del Pirineo. Muy cerca está el Yacimiento Arqueológico de Parpalinas, villa romana surgida en el siglo II dc donde cuentan que San Millán de la Cogolla hizo un exorcismo, invitado por el hacendado y propietario de la iglesia del siglo V, el senador romano Honorio. Blanca Álamos es la guía oficial y, en sus visitas guiadas, llega también hasta el Trujal-Museo del aceite, situado en el pueblo de Los Molinos, y rehabilitado por el Ayuntamiento de Ocón. Se trata de un centro para la difusión de la cultura tradicional del bien llamado “oro líquido”. Mantiene intactos los espacios antiguos, así como toda la maquinaria original para la elaboración del zumo de aceituna.

Blanca regenta también uno de los dos restaurantes que hay en el Valle de Ocón, La Alameda de Pipaona. Las Brasas de Baco es el otro paraíso para los amantes de la gastronomía. En ambos La cocina de proximidad y de “kilómetro cero” es la protagonista.

Unas cartas en las que no faltan los famosos cerditos ecológicos que se crían en los encinares del mismo Valle, entre Las Ruedas y Oteruelo.

Valle de Ocón: un destino, muchas experiencias 1

El cochinillo se ha hecho popular y en La Alameda de Pipaona es el gran protagonista de su carta. Son muchos los turistas y viajeros que se acercan al valle para degustarlo. Incluso una vez al año se celebran las “jornadas del cochinillo”, que vinculan productos km0 con los productores, el paisaje donde se producen, gastronomía, oleocultura y enoturismo.

También hay que probar los huevos de gallinas y de ocas felices, dependiendo de la temporada, criadas en la granja de Huevocón. La puso en marcha Mamen Carrillo. La comarca está repleta de emprendedores que han visto en la zona el lugar perfecto para vivir y trabajar.

La oferta de alojamiento rural es para todos los gustos, desde la casa que regenta una auténtica condesa, con habitaciones dedicadas a personajes históricos y un recoleto jardín, a grandes casas con barbacoas, merenderos y todos los lujos e incluso piscina.

Los niños van a disfrutar sin duda. La oferta es diversa y con mucho encanto. Aunque no hay río, no faltan las fuentes naturales ni tampoco las piscinas para refrescarse, como las que hay en Galilea, premiada por su diseño.

Valle de Ocón: un destino, muchas experiencias 2

El valle es un lugar en el que además se esconden muchos tesoros: los restos de un castillo musulmán, ermitas románicas, renacentistas y barrocas, el misterioso y deshabitado Oteruelo, el encinar centenario de la desaparecida aldea de San Julián, reconquistada por el bosque, bodegas tradicionales y modernas que podremos visitar, cuevas donde se crían los famosos champiñones de Ausejo…

La tierra de este rincón de La Rioja da para mucho… Bien lo sabe el reconocido y prestigioso escultor canario Félix Reyes, que lleva más de 30 años viviendo en Santa Lucía de Ocón y que, con su mujer Rosa Castellot, pintora y profesora, consiguen atraer cada verano a artistas internacionales a este enclave riojano. Organizan “Arte en la Tierra”, y dan rienda suelta hace décadas a su creatividad utilizando materiales del campo, del entorno rural y natural. Obras efímeras que duran lo que quiera el tiempo. Todo tiene que quedar como estaba, para que la belleza y singularidad del Valle de Ocón siga preservada y respetada.

Nada nos gustaría más que presentarte a los vecinos que permiten que este Valle de Ocón sea una de las zonas más bonitas y mágicas de La Rioja.

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