Un “¡bravo!” resonó en la Piedad segundos después de que Phaedrus culminara su recital. Fue tan claro que los intérpretes esbozaron sonrisas y miradas cómplices en señal de agradecimiento. No era la primera vez que habían sonreído. De hecho, pocas veces he visto ese nivel de complicidad, naturalidad y sosiego, al menos aparente, en un concierto de estas características. Tras la exclamación, la ovación. El dibujo sonoro que la formación liderada por Mara Winter, con la expresividad vocal de Miriam Trevisan, hizo del mito de Venus y Adonis emocionó por su verdad y sensualidad.
El programa Adonia llevaba a la Piedad una concienzuda mirada musical al clásico mito de Venus y Adonis. La historia de Adonis, nacido de su madre Mirra, convertida en árbol para huir de su padre, deja enamorada a Venus que lo quiere para sí. Obsesionado con la cacería, Adonis muere por el ataque de un jabalí enviado por Ares en señal de celos por no tener el favor de Venus. Este párrafo se despliega, adorna y extiende con el talento de Phaedrus y el trabajo previo de Mara Winter.
Ayer supimos qué es la frottola
Ayer aprendimos lo que es la frottola: una composición renacentista, precursora del madrigal, de corta duración y que invita a la improvisación ‘A partir de frottolas’ compuestas sobre el viaje amoroso de Venus y Adonis, Winter hilvana, con costura contemporánea, todos esos retales consiguiendo un traje a la medida del mito. En su brazo tatuado, abrazando la flauta mientras extraía o buscaba, nunca lo sabremos, notas antiquísimas. Ahí estaba la síntesis del recital.
El espíritu juguetón y zalamero del Renacimiento tiene en la flauta una herramienta ideal para expresarse. Las flautas y las flautistas bailaban sobre la partitura. Daba más la sensación de que estaban buscando e intentando atrapar las notas que lanzándolas ellas mismas. Un corretear sin moverse como quien intenta atrapar una mariposa.
Cuando el público no se porta bien
El público, en el que se encontraba Concha Andreu, expresidenta de La Rioja, aplaudió cuando debía y cuando no debía. Los intérpretes recibieron esa desobediencia de aplaudir entre movimientos de una misma pieza con gusto y, de nuevo, sonrisas cómplices. Cuando uno conecta con algo es difícil no responder. Y el público respondió.
Parte de “culpa” tuvo la cantante Miriam Trevisan. Su entrada, natural y sencilla por el pasillo central, marcó el tono. Una voz limpia, clara y expresiva que mantuvo conectada a la audiencia, como si le agarrara de la mano para que no se perdiera. La vocalización tan perfecta que yo creí saber italiano, fue un deleite. El Caccia d’Amore de Gastoldi fue uno de los clímax de lo que pasó ayer en la Piedad. La percusión, el laúd, las flautas y la voz, todo junto en una tormenta divertida, intensa y perfecta. Y sí, claro, al finalizar, el público no se aguantó y rompió en aplausos.
La velada tuvo también espacio para una pieza preciosa, otra frottola, con el laúd de Bor Zuljan y la flauta de Winter en la que cupo una improvisación casi jazzística. Al finalizar, sus miradas se encontraron, se sonrieron y se abrazaron tímidamente. Decía el director, Rubén Pérez, que Phaedra está formado por músicos de distintos países pero con un mismo pasaporte, digo yo.
Opera Omnia o la banda sonora del Siglo de Oro
La propuesta para el último concierto de esta edición de Clássica es sorprendente y muy curiosa. ‘Amor, no te llame amor’ se centra en la música que acompañaba las obras de teatro del Siglo de oro. El grupo Opera Omnia pone el foco en algo tan concreto y preciso como atractivo y poco conocido. Pensábamos que lo habíamos oído todo del Siglo de Oro. Después del recital de esta tarde, quizás sí.
Opera Omnia es un grupo de música antigua dirigido por el violinista Isaac M. Pulet que centra su actividad en la recuperación del patrimonio musical español del Barroco y Clasicismo empleando para ello instrumentos originales y las técnicas interpretativas más apropiadas para cada repertorio.
