Su aroma embaucador anuncia que ya llega la Navidad, pero en Haro ese olor tan característico y hasta nostálgico se ha cortado de golpe. “Soy la castañera de Haro. Quiero informaros a los que me comprabais castañas, que el puesto cierra sus puertas desde hoy por falta de producto”. Así lo anunciaba Pili Larrea a través de Facebook el pasado 11 de diciembre y ese mismo día también lo hacía la empresa para la que trabaja, El Castañero: “Hoy con pena os tenemos que informar que nos hemos visto obligados a cerrar algunos de nuestros puestos antes de lo esperado”.
Al de Haro se unen los puestos de Balmaseda y Munguía (Vizcaya) y otros tres en Bilbao (Basarrate, Zabalbide y el de la plaza del Museo). “Esta temporada debido a la sequía que se ha dado en todas las zonas, principalmente en las de producción, en estas fechas ya no hay las suficientes castañas que nos permitan seguir con el ritmo de venta de otros años, y por ello hemos tenido que cerrar algunos puestos en diferentes ciudades”, explicaba El Castañero a través de su página de Facebook. “Supongo que uno de los motivos es porque hay otros puestos con más movimiento de gente y por ello con más ventas”, explicaba Pili Larrea a HARO DIGITAL.
“No pegaban los helados con las castañas”
La campaña de venta de castañas en el puesto de Haro suele durar desde mediados de octubre hasta después de Reyes o mediados de enero. Sin embargo este año, con el calor que ha hecho, se ha abierto más tarde porque como reconoce Larrea “no pegaban los helados con las castañas”.
Después de cinco años al frente del puesto de castañas de Haro, Larrea no se considera “simplemente una castañera ni ellos son unos simples clientes”. “Hay mucha gente a la que no le gustan las castañas, pero vienen cinco minutos y me las compran por hablar. Los niños me saludan, los clientes que son más fijos y toda la gente que me conoce. Es un trato diferente, más familiar”, explica.
Al anunciarse el cierre de manera tan inesperada, a Larrea no le ha dado tiempo a avisar a la gente como le hubiese gustado. “Ahora me acuerdo por ejemplo de una niña que siempre pasa y me saluda. Mira, mamá, la castañera, mi mejor amiga, suele decir. Le he cogido mucho cariño a esa niña como a muchos clientes”, confiesa Larrea.
“No tengo el teléfono de ellos para felicitarles la Navidad porque es algo que siempre me ha gustado hacer en estas fechas. Cada cliente para mí es muy importante, les felicitas las Navidades, te miran con una sonrisa y al ser tan inesperado no me ha dado tiempo de despedirme de esa niña ni de los abuelitos”, añade con pena, pero agradece que diferentes medios se hayan puesto en contacto con ella para que se haga público y que se entere “la mayor gente posible”. “Les quiero desear a todos mis clientes una feliz Navidad ya que este año no podré hacerlo desde mi puesto de venta en Haro”.
Santiago Palacios, responsable de la empresa ‘El Castañero’, reconoce que ya se han cerrado un tercio de los puestos que se instalan “porque hay poco producto y porque los puestos venden relativamente poco”. “En un año normal a un precio normal se podrían mantener abiertos, pero en una situación como ésta se hace imposible”, afirma Palacios. “Se ha reducido mucho el tiempo de la temporada de venta que suele durar entre tres o cuatro meses. Los puestos se van cerrando de manera periódica porque son 95 trabajadores y no se despiden de golpe. Se hace de forma escalonada”.
Como indica Palacios, antes España exportaba a Italia y a otros países, “pero este año hemos tenido que importar nosotros con el problema añadido de que en nuestro país los precios que tenemos la gente no está acostumbrada a pagarlos”. “Un italiano va al supermercado y se lleva los saquitos de seis kilos y paga 6 o 7 euros sin problemas, pero eso en España es imposible”, indica. Y es que en nuestro país “hay otra mentalidad”. Se considera que la castaña es un producto natural, sano, bueno, pero barato. De esta manera cuando “a los clientes les pides dos euros por una docena, eso ya lo consideran caro”. “La castaña que vendemos es súper seleccionada, un producto más selecto y cuidado, pero también vendemos al por mayor y a otros castañeros”, afirma. Eso sí, espera que la próxima campaña sea mejor que ésta. Porque una Navidad sin el aroma a castaña asada es una castaña de Navidad.