Paty Alonso sigue sorprendiendo. Del folio en blanco sobre el que ha desparramado versos a patadas para sumar un buen puñado de reconocimientos, el último su segundo premio en el Concurso de Piropos que ya ha ganados en varias ediciones, al cartón inmaculado que espera la caricia del pincel, tintando de acuarela su textura. De construir sensaciones a base de palabras, a redefinir paisajes y rincones que han sorprendido a su mirada o ha imaginado su pasión, iluminando espacios que reclamaban una pizca de vida.
Conocida hasta ahora como poeta, sorprende a medias al desvelar en estos días su perfil como pintora con una colección que ha sido visitada por el público desde el pasado lunes y que permanecerá en la sala de exposiciones del Teatro Bretón hasta este domingo, de 19:00 a 21:00 horas de la tarde en días laborables y de 12:00 del mediodía a 14:00 horas de la tarde este domingo.
En total algo más de sesenta trabajos que han servido para llenar el vacío que sintió, como más de media humanidad, durante los dos interminables años de la pandemia que, en su caso, se vieron marcados además a fuego por las distancias que se abrieron entre ella y el universo musical, al que se sentía especialmente vinculada como miembro de la Banda Municipal de Música.
“Llenar” tanto hueco durante la pandemia
Alonso entendió que ésta era la forma de “llenar” tanto hueco durante el encierro colectivo que situó al país tras las cortinas de sus casas, fue trazar ventanas de pequeño formato que parecían insuflar oxígeno a la suya. Y alimentar la sala de faenas de luz y transparencias, y ámbitos abiertos a un mundo exterior que estaba prohibido, en un primer momento, y sometido a disfrute, después, en tercer grado.
El recorrido parece, de suyo, temporal porque retrata con enorme sencillez y trazo directo las cuatro estaciones del año, como si la nieve, las hojas de los árboles, la intensidad del sol o la explosión de la naturaleza se hubiesen colado a través de los balcones, trasladando hasta sus pies las olas de las marinas que completan, junto a recortes rurales y cruce de montañas, una colección que su propia autora considera vital, de vida, porque trata de generar “alegría” a quien se asoma a cada uno de los cuadros, de idénticas dimensiones y similar enmarcado.
Las pequeñas acuarelas pueden ser adquiridas por diez simbólicos euros porque “el propósito de la exposición no es económico. Servirán para cubrir los gastos de la producción de cada obra”. Y seguramente para sentar las bases de un nuevo capítulo.
De hecho, Paty se sorprendió a sí misma, sintiéndose como se sintió “a gusto” y viendo “lo divertido” que le resultaba tintar con pinceladas sobre el plano en blanco. “Una vez que vas practicando y cogiéndole el gusto, tirando muchas cosas a la basura, también es verdad, he ido recopilando lo que me parecía que salía medianamente bien a lo largo de estos años”, reconoce.
