A veces olvidamos que el teatro, como concepto y como espacio, es un laboratorio donde se realizan experimentos. Juegos explosivos con público para colocar la mirada al borde del precipicio. Trabajos que nacen de un ¿Y si…? O de un ¿Qué pasaría si…? Para buscar otra perspectiva. Una de esas premisas es poner el foco en personajes ya creados para darles un protagonismo que no han tenido. ‘Las cartas de Cristián’ es un buen ejemplo de ello.
He de reconocer que fue después de unos minutos a oscuras y unas sutiles referencias en los diálogos, descifrando la madeja planteada en las tablas, cuando ato cabos y veo en Cristián, el presentador gracioso con ganas de ser mejor por amor del texto de Antonio C. Guijosa con ese otro Cristián, aquel apuesto soldado sobrado de arrojo pero falto de letras que se enamora de Roxana, el amor platónico de un tal Cyrano de Bergerac. Guijosa rescata en esta obra al mediocre de la historia.
Laberinto de preguntas
Las cartas de Cristián son las que no valen, unas cartas planas que intentan expresar sentimientos y solo son balbuceos. Por eso decide recurrir a Cyrano. A partir de aquí, Guijosa, desarrolla un laberinto de preguntas alrededor de la mediocridad y el afán por superarla, el amor, la amistad, los ideales, la televisión, el dinero, la salud mental y la felicidad. Quizás muchos hilos de los que tirar. Aunque mejor muchos que ninguno, claro.
Nuestro Cristián espeta a su amigo y mentor cuando se siente acorralado en un momento de la obra: “Y tu espejo ¿qué dice?”. A pesar de la densidad de temas planteados, ahí está el nudo gordiano: “¿Cuántos de nosotros aguantamos la mirada a la persona que nos devuelve el reflejo del espejo?”. Ahí Guijosa instala un tinglado de espejos donde el teatro se convierte en ese laboratorio atrevido y comienza a lanzar preguntas y reflexiones que fueron calando en un público pensativo y ligeramente incómodo. Misión cumplida.
Cinco personajes, ángeles sin alas aparte, desarrollan todo este laberinto personal. Un trabajo actoral compacto, sin fisuras, sin estridencias. Y lo hacen como distintos lados de una misma figura. Cinco lados de un mismo personaje: La mediocridad atrevida, la comodidad, la ambición, la ilusión y los ideales. Todos se mezclan y se interrogan; se atacan y se defienden; se reprochan y se disculpan. Siempre buscando un equilibrio, una forma de vivir con dignidad, una manera, en definitiva, de aguantar la mirada a la persona que nos devuelve el reflejo del espejo unos minutos más.
En una semana, más
El Garnacha descansa hasta el próximo fin de semana. Otras dos propuestas a concurso llegarán al Bretón el sábado y el domingo. El 2 de diciembre el telón se abrirá a un nuevo montaje de Molière (contemporáneo de Cyrano, por cierto). La veterana compañía Morboria presenta “Los enredos de Scapín”, un montaje colorido y fantástico de una obra llena de aventuras y enredos. Y el 3 de diciembre el musical se abre paso con la puesta en escena de “Payaso”. Un musical clown escrito y dirigido por Zenón Recalde donde reflexiona sobre la búsqueda del protagonista de su lugar en el mundo.