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Gracias a la gestión de un conocido empresario sombrerero y al contacto estrecho con la Jefatura de Policía Local de Bétera, cuatro agentes de la Policía Local de Haro y otros tres voluntarios se desplazaron este fin de semana a la zona cero de la DANA en Valencia para ayudar a paliar sus efectos y coordinar diferentes acciones.
El jueves 7 de noviembre, el grupo preparó todo el dispositivo en Haro, con ayuda de Isaac Muga, que cedió una furgoneta, un remolque basculante y material. También recibieron apoyo del Ayuntamiento de Haro, que les proporcionó el vehículo no rotulado con el que cuenta la Jefatura de Políca Local y productos que se encontraban clasificados en el almacén de la Brigada Municipal. La furgoneta iba hasta arriba de material personal, mascarillas, palas y herramientas, y el Consistorio les facilitó también comida para bebés, pañales, productos de higiene infantil y femenina. “Isaac nos ha vestido de arriba a abajo, con todo lo necesario para hacer nuestra labor allí. La comida infantil y todo lo que nos cedió el Ayuntamiento lo dejamos en un almacén de logística en Bétera y el otro material de trabajo lo llevamos directamente a la zona cero para repartirlo entre los voluntarios”, explica uno de los agentes.
Labores de policía y voluntariado
Hasta este lunes, los cuatro agentes han realizado labores propias de Policía Local en Paiporta. Se levantaban de madrugada y hasta la hora de comer llevaban a cabo trabajos de control perimetral, entre otros. “No podíamos llevar nuestra indumentaria oficial, pero compañeros en Bétera nos suministraron chalecos para poder trabajar. Durante estos días hemos cubierto el perímetro para que la maquinaria pesada pudiera trabajar, ya que con tanto voluntario que hay, había que intentar que no se produjeran daños personales durante estas labores”, explica uno de los policías. A los tres agentes les destinaron una gran vía en Paiporta, cerca del auditorio de música, cuyos bajos fueron arrasados por el agua. Allí, sin silbatos, tuvieron que cubrir el perímetro para que pudieran trabajar las máquinas dando señales a voces. “Conocemos gente que ha estado en zonas de conflicto bélico y dicen que jamás habían visto algo así, que lo superaba con creces, y eso que hemos llegado al noveno día. El olor es horrible, el ambiente, enfermizo, devastador, apocalíptico, pero lo extraño es que estás allí unas horas y acabas acostumbrándote”.
Cuando terminaba su labor policial, los agentes se metían de lleno en los trabajos de “voluntariado puro y duro” hasta que la luz se agotaba. “Bajábamos por turnos a sótanos, porque no se podía bajar mucho tiempo por el olor y la sensación de asfixia. Verificábamos vehículos, achicábamos agua y después sacábamos los coches. Lo que sí se nota allí es que falta organización para que las labores de ayuda sean efectivas. Hay mucho voluntario que va a su aire, que se ofrece, pero muchos van como pollos sin cabeza. Allí hay trabajo para meses e incluso me atrevería a decir para algún año”, señala.



Pero lo vivido estos pocos días también sirve para hacer balance. “A nivel vital ha sido una experiencia muy dura, pero profesionalmente muy enriquecedora. Te vienes con la cabeza tocada. Nos tocó estar en una zona cerca de un Mercadona donde gente se había quedado atrapada en los ascensores y sótanos, que se convirtieron en ratoneras”, explica el agente, que junto a sus compañeros también realizó por las noches labores de acompañamiento policial para luchar contra los saqueos que “son brutales y provocan una impotencia de la leche”.
“A 30 kilómetros de la zona cero, como si no hubiese pasado nada”
Cuando terminaba la jornada, el choque con la otra parte de la realidad era brutal. Este grupo de agentes y voluntarios se trasladaba hasta una casa en La Pobla de Farnals, cedida por su propietario de manera altruista, para poder descansar unas horas. “Allí, a 30 kilómetros de la zona cero, la gente hacía vida normal, como si no hubiese pasado nada y el cerebro te hace entonces crack”, resalta el agente, que se queda con la “humanidad” de la gente, a pesar del sufrimiento por el que están atravesando.



“Se acercan fontaneros, carpinteros, albañiles, todos de manera altruista para ofrecer sus servicios y ayudar. No escuchamos una palabra más alta que otra, ningún rebote, todo buenas palabras y agradecimientos. La gente bajaba de sus casas para ofrecernos termos de café, sandwiches… Te sientes orgulloso de ellos. Un señor me dijo que había perdido en las inundaciones 6 coches y dos motos y decía que lo que más pena le había dado era no haber podido salvar a su perrita. Al final lo que da pena es la vida en general, todo es superfluo cuando te toca algo así. Ellos están ahora mismo en la Edad Media y te das cuenta de que puedes vivir con tres cuartas partes de lo que tienes. Habrán perdido muchas cosas, pero no han perdido la fe en las personas”, resalta.
La experiencia ha sido tal que “algún compañero” de la Jefatura de Policía Local de Haro se unirá esta semana a los trabajos de reparación y ayuda en Valencia. “Irán en su tiempo libre, ya que no podemos dejar Haro desprotegido y tampoco estamos boyantes de personal”.





