Ayer fue día de contención, meditación y de disfrute desde la escucha más pura: aquella sobre lo que no entendemos todo. Aquella escucha en la que no hace falta comprenderlo todo para llegar a la emoción. Quizás una ráfaga contundente de Vivaldi llegue antes que un Responsorium gregoriano pero decía Rubén Pérez, el director de Clássica, que el recital que ofreció la Schola Cantorum Paradisis Portae era un momento perfecto para “conectar con lo inefable, para meditar y para ser uno con el espacio que nos acoge”. Ahí estaba todo. Eso es lo que iba a pasar. Y lo que pasó.
El conjunto vocal aragonés, liderado por el profesor Alberto Cebolla, llevó al sitio natural del canto gregoriano un programa compacto y cuidado. Vía Crucis no es otra cosa que el mapa de las catorce estaciones en las que se divide la Pasión de Jesucristo.
Para darle coherencia y lustre artístico, Cebolla decide elegir, de todo el repertorio gregoriano, aquellas piezas que mejor representan cada estación. Arma así un libro de viaje en el que brillan piezas sencillas y casi informativas como la Antiphona que narra la carga de Jesús con la Cruz o más elaboradas como el más conocido Stabat Mater que tradujo a la poesía Lope de Vega.
Precisamente, el recital se completaba con catorce sonetos, uno por estación, para dotar a los cantos de un contexto poético. Con la voz grave e impagable del actor Emilio Larrúa, cada canto se elevaba después de un soneto escrito por Marcos Castrillo Sampedro. Un viaje paso a paso y sin aplausos entre estaciones (así lo pidieron los intérpretes) que favorecía la introspección, donde el silencio entre nota y nota potenciaba el poder meditativo del canto gregoriano.
También lo dijo Rubén Pérez en la presentación del recital: “Disfruten del retablo que tienen enfrente para recrear las estaciones que se cantarán”. Pocas veces el espacio conecta con tanta naturalidad con el espectáculo ofrecido. Esas narraciones cantadas evocan en la memoria las largas jornadas de oración de monasterios como el que acoge esta Clássica.



El grupo, al final, quizás como señal de agradecimiento al público por su respeto y silencio sepulcral, decidió ofrecer una pieza fuera de programa. La formación creada en 2016 interpretó el Salve Regina. Una pieza conocida para celebrar la escucha de disfrutar sin tener que entenderlo todo.
Phaedrum o el aire de la belleza renacentista
El conjunto de flautas y voz, Phaedrus, contagiará su amor por la música renacentista con su programa Adania. Una puesta en escena del mito de Venus y Adonis a partir de los trabajos de Marino y Parabosco.
El conjunto Phaedrus aspira a revivir el sonido olvidado del combinado renacentista de flautas traverseras para el público moderno, interpretando repertorio de polifonía occidental del siglo XVI y principios del XVII. A esta formación se incorpora la voz de Mirian Trevisan y el laúd de Bor Zuljan.





