Roberto Rivera (Haro, 1965) toma un nuevo rumbo. De hecho, llevaba ya tiempo rumiando este cambio de tercio. Era su deseo. Aparcar su labor como periodista de calle para dedicarse en cuerpo y alma al ‘gusanillo’ que le picó hace unos años: el teatro y la escritura. Rivera fue la voz del deporte en Antena 3 La Rioja durante casi una década y después ha sido una de las firmas más respetadas a la hora de contar el día a día de Haro y su comarca hasta hace unos pocos días cuando publicó su último artículo.
Han sido más de tres décadas dedicadas a las páginas de El Correo, después de haberse iniciado en el campo de la comunicación como locutor radiofónico en los micrófonos de Antena 3 Radio, y desarrollar esa misma labor en otros medios como AS, Cope y RNE. Y ya hace unos años que decidió que quería aparcar este mundo y encarar nuevas experiencias. Una nueva vida que arranca ya mismo.
¿En qué momento decide Roberto Rivera que quiere abandonar su trabajo como periodista para encarar ese nuevo rumbo?
Bueno. Creo que fue hace cinco o seis años cuando empecé a plantear que era el momento de echarme a un lado y ceder el relevo. Pero, más que el momento, supongo que lo más importante fueron las circunstancias que me llevaron a valorarlo personalmente y a entender que había llegado la hora de hacerlo. Se dieron varias. Muchos años de trabajo en primera línea a las espaldas, nuevas expectativas de creación, un contexto familiar completamente diferente, el primer vuelo de los críos al exterior con su marcha a la universidad… No fue nada en concreto y seguramente todo, al mismo tiempo. Solo faltaba que se entendiese, se aceptase y se viese la manera de formalizar esa salida sin romper con la que ha sido y he sentido durante treinta y cinco años mi casa, El Correo.
“Tenía varias historias en agenda que no voy a poder escribir”
Han sido muchos años al frente de la corresponsalía de El Correo en Haro. No sé si te ha quedado en el tintero alguna historia que te gustaría haber contado.
Sería demasiado presuntuoso decir que no. Es más. Siendo, como he tratado de ser, crítico conmigo mismo, tengo claro que me he dejado muchas cosas por contar porque no he llegado a abarcar todo ni he podido dar respuesta a todo. Sobre todo en lo que a generación de historias en positivo se refiere, porque tenía varias en agenda que no voy a poder escribir. Y me lo cargo al ‘debe’. Pero, al repasar toda mi trayectoria en un mundo al que me incorporé sin ser periodista hace ahora treinta y siete años, después de mirarme una vez más al espejo, me consuela saber que por encima de todo he tratado de ser honesto con mi trabajo. Sin más.
Era tu deseo cambiar de aires, pero supongo que también ha sido un momento emocionante entregar tu última crónica al periódico. ¿De quién te has acordado en esta despedida?
De infinidad de personas. De gente de sobra conocida por todos y de gente humilde que construye historias apasionantes desde la humildad, la sencillez y la sinceridad, tan en desuso últimamente. Porque el último día del año escribí la última crónica en las páginas de El Correo, pero también dejo el mundo de la información al que me incorporé cuando era un chaval de veinte años. Dejo la radio, que me abrió las puertas desde Antena 3 y me llevó después a Cope, Cadena 100 y en estos últimos años Radio Nacional. También el paso por agencias como Geca Sport, Opta Sport o Área Once, y periódicos deportivos como AS. Han sido años en los que he tenido la suerte de conocer a personajes increíbles como López de Aranguren, Bryce Echenique, Solana, Rubalcaba, Induráin, el Chaba Jiménez que era además un grandísimo amigo, Maradona, Luis Aragonés, Butragueño o Rafa Pérez, que considero el mejor de los valores artísticos de esta región y del país, y me duele ver tan poco reconocido en su casa, como tantos otros. Pero sobre todo de trabajar con gente excepcional de la que he aprendido muchísimo y que en la mayor parte de los casos ha pasado a formar parte de mi agenda más íntima y vital, porque son por encima de todo amigos. Ahí la lista es infinita y en ella estáis mucha gente.
“Sentiré, seguro, nostalgia porque empiezo a sentirme algo mayor”
Lo echarás de menos, a pesar de todo.
No creo, la verdad. Cuando llegas a este punto es porque el grado de convicción en la decisión que tomas es absoluto. Sentiré, seguro, nostalgia porque empiezo a sentirme algo mayor. Y lo recordaré orgulloso, porque quiero irme de forma discreta, por la puerta de atrás, sin hacer ruido… Pero me voy orgulloso de mi trabajo. He tratado de hacerlo siempre lo mejor que podía. Y, sinceramente, no tengo nada que cuestionarme. He sido honesto y fiel a los principios del oficio. Como millones y millones de periodistas que hay por todo el planeta.
¿Qué ha sido lo mejor y lo peor que has vivido como corresponsal de El Correo en Haro?
Todo lo meto en el zurrón y me lo llevo para siempre porque todo ha sido bueno. He sentido, aun en el caso de la gente que no compartía el planteamiento de mis informaciones, si no consideración, sí al menos respeto en la inmensa mayoría de los casos. En la práctica totalidad de los casos. Y quienes no lo han hecho estaban en su derecho y demostraban de esa manera su personalidad. Me voy con la convicción de que estos treinta y cinco años me han enriquecido como persona, por encima de todo.
“El Correo me ha dado vida como escritor”
La radio fue tu primera escuela. ¿Qué ha representado tu paso por el periódico en tu carrera?
En fin… Siempre he dicho y seguiré diciendo que agradezco enormemente la impagable confianza que depositó en mi Rafa Martínez al colarme como conductor del programa deportivo de Antena 3 La Rioja y, un año después, como narrador de los partidos del Logroñés en Primera División para formar parte de un elenco que da vértigo recordar hoy en día porque en él estaban, bajo la dirección de José María García, inmortales como Gaspar Rosety, Andrés Montes, López Feito, Javier Ares, Paco García Caridad, Siro López, Iñaki Sagastume, Javier Alonso en Bilbao… En la radio aprendí el valor de la agilidad y la inmediatez, la capacidad de resolución y la improvisación, incluso a nivel técnico. Pero El Correo… Entrar dos años después en el periódico y compaginar los dos modelos informativos, tan diferentes y complementarios al mismo tiempo, me hizo comprender que yo soñaba cuando tenía dieciséis años con escribir y que escribir era el formato en el que mejor me sentía y más ¿dominaba? Bueno. Eso pensaba yo. Si realmente lo hacía tendrán que ser los lectores quienes lo corroboren o lo cuestionen. El Correo me ha dado vida como escritor. Me ha ayudado a tomar músculo.
Tu hijo Gabriel está siguiendo tus pasos como periodista, ya que has sido un referente para él. Supongo que es para sentirse orgulloso.
Bueno. Supongo que ha vivido conmigo el ‘veneno’ de este oficio, que tanto engancha porque es eminentemente vocacional, al igual que Irene habrá sentido la atracción de la escritura, porque también lo borda (es pasión de padre), y de la pasión de su madre, Helena, por el mundo de las letras. Pero el mensaje que hemos tratado de transmitirles es que su camino es el que conduce a la felicidad y a ese destino se llega por muchas rutas, sin necesidad de tenernos a nosotros como referentes. Que Gabriel haya decidido estudiar periodismo, cosa que yo no hice, me ayuda a sentirme bien como padre porque eso supone que no habré hecho mal del todo mi labor como tal, de la misma manera que me enorgullece que Irene haya optado por la educación, que es mi gran frustración. He visto trabajos de uno y de otro y lo que me hace sentir realmente bien es tener claro que me van a enterrar en vida. ¡Jajajaja!
Cuando te picó el ‘gusanillo’ del teatro, supongo que ya fue imposible parar. ¿Qué te aporta en tu vida?
Es curiosa esta pregunta, Joseba. Nunca fue del todo la radio, ni el periódico ni ahora lo es el teatro. Siempre fue comunicar lo que veía, lo que sentía, lo que pensaba… Si de algo estoy convencido es del valor, incalculable valor, que tiene la palabra. Cuando estudiaba en Santo Domingo y Segovia, en el Seminario Claret, lejos de mi familia y mi entorno casi todo el año, sentí la atracción del lenguaje y la necesidad de construir a través de él. Todo lo que he hecho no ha sido sino un ejercicio previo que ha durado cerca de cincuenta años, el tiempo que ha pasado desde que escribí un cuento sobre un muñeco de nieve con apenas doce años para la revista del colegio y la última crónica para El Correo. Ahora es cuando creo que ya dispongo de agilidad y conocimiento para empezar a sentirme escritor. De obras de teatro, de poesías o de cuentos, como el que quiero cerrar lo antes posible bajo el título de ‘El vuelo del águila’, con el que me divertía muchísimo escribiendo pero tuve que dejar aparcado por la intensidad del día a día. El teatro forma parte de ese universo genial en el que me siento realmente bien porque me ayuda a trabajar en equipo y a valorar a quienes construyen desde diferentes ámbitos cultura y comunicación. ¿Qué me aporta, decías? Me recuerda que dentro de un proyecto común soy uno más.
“Estoy seguro de que (mis obras) llegarán a mi pueblo, tarde o temprano”
Y te queda aún el gusto de poder estrenar una de tus obras en Haro.
Supongo que esa no es una decisión que deba tomar yo. Y, cuando algo no está en mi mano, lo cierto es que no me preocupa lo más mínimo porque luchar contra imponderables es absurdo, consume toda tu energía y te aboca a la frustración. Estoy convencido de que llegarán a mi pueblo, tarde o temprano. Pero me considero afortunado. A fin de cuentas, Haro no es un espacio físico situado en unas determinadas coordenadas. Como todos los pueblos es, por encima de todo, un conjunto de personas que sienten el arraigo de pertenecer a un espacio físico muy concreto y especial para ellos. Si lo piensas bien, desde ese planteamiento que para mí es vital, tanto ‘Aquiles, el hombre’ como ‘República de Roma’ ya se han estrenado en Haro. En ambos casos, en el Bretón de Logroño, había más de doscientos jarreros viendo su puesta en escena. ¡Cómo no voy a sentirme reconocido y respaldado por los míos si me arroparon desplazándose cincuenta kilómetros para ver las dos obras! Sinceramente. Lejos de sentir que me queda algo por lograr, en ese sentido, las circunstancias que han generado otros me han convencido de que soy un afortunado y cuento con el aval de mis paisanos. Si acaso me queda la duda de cuántas personas, porque hay muchas que no pueden trasladarse por una u otra razón, se habrían acercado al Bretón de Haro. ‘República de Roma’, de suyo, era gratuita porque financiaba la función la Dirección General de Cultura.
Nuevos proyectos
Tras ‘El ruedo clásico’, tu último libro, ¿cuál va a ser tu siguiente historia? ¿Nos puedes avanzar algo?
Claro. Lo más inmediato es el estreno de ‘Yo mimé conmigo’, un monólogo que en principio interpretará Sandra Collantes, allá en el mes de abril o mayo. Puede incluso que antes. Luego la edición del libro ‘El vuelo del águila’ y otro que he prometido, aunque lleve cierto retraso, a nuestro paisano y presidente del Centro Riojano bajo el título de ‘La casa’. Y a medio plazo dos textos concebidos para el teatro, ‘Zarandéame’ y ‘La sexta ola’, ésta última para completar precisamente el círculo de ‘El ruedo clásico’. Hay otro, también escrito, que me gustaría realizar con un equipo artístico eminentemente riojano porque es sobre Felipe Aragón, alcalde de Haro en 1936. Se titula ‘El desalojo’, me lo propuso el actor jarrero José Fuentefría y está ahí, a la espera. No creo que vaya a aburrirme en algún tiempo.