Dice Von Lustig que no es mentiroso aquel que no se miente a sí mismo. Lo dice un estafador capaz de vender la Torre Eiffel. Sin embargo, esa frase, pronunciada para dar lustre a una vida de timador, resume también el sentido del teatro. En “Von Lustig. El hombre que vendió la torre Eiffel” la mentira conecta el fondo con la forma. Un teatro que sabe que todo es falso, y que debe serlo, para que la emoción, la risa o el descaro que se genere sea real. Ahí está toda la magia. Y esa tramoya se usa para glosar a un mentiroso honesto consigo mismo.
La propuesta, un cabaret magro en recursos, con una cuarta pared agrietada y dos actores energéticos recorriendo todos los papeles de la vida del biografiado, tarda en arrancar. Se suceden los datos y algunas escenas que, quizá por la lejanía con el personaje, no terminan de despegar. Hasta que vamos llegando al gran golpe de Lustig y, como un barco que alcanza velocidad de crucero, la historia, los actores y la dramaturgia conectan entre sí para ofrecer un espectáculo divertido, burlón y descarado.
“Un espectáculo divertido, burlón y descarado”
El encuentro de Lustig con Al Capone, la decisión de un nuevo golpe con un bebé llorando a dos voces o los negocios turbios de un banquero de Misuri son momentos en los que la puesta en escena inicial cobra todo su sentido. Un cabaret que interpela, que conecta con aquellas variedades a lo fino de Carmela y Paulino, que usa la burla para hablar de todo, incluso de política (memorable y extrañamente reconocible el falso funcionario francés que presenta el timo de la Torre Eiffel) y que es divertido. Porque un cabaret puede ser todas esas cosas, pero si no es divertido se le ven las costuras. Y este lo fue.
En esta propuesta de recursos aparentemente escasos, el trabajo actoral es fundamental para sostener y dar cuerpo al texto, en este caso escrito y protagonizado por Alfonso Mendiguchía. Con él, la actriz Patricia Estremera. En esta función, ellos son los efectos especiales que hacen que la obra tome vuelo. Su química, los cuerpos sobreactuados casi de cine mudo, sus voces. Sobre todo, la de ella. Un trabajo impecable de piruetas vocales de tonos y acentos con el que transformaba líneas de texto en gags divertidísimos y en situaciones memorables gracias, además, a la complicidad de un público que fue entrando poco a poco en esta propuesta de la compañía salmantina Los Absurdos.
No es decir nada nuevo si avisamos que Patricia Estremera ya ha presentado su candidatura a mejor actriz de un Garnacha que acaba de empezar. La actriz ya se llevó este galardón en el festival de Vegas Bajas de 2022. Y habrá que ver el voto del público. Una audiencia que dedicó una sostenida ovación a este cabaret mentiroso sobre un estafador brillante que nunca se mintió a sí mismo.
‘Las cartas de Cristian’, a escena
Esta tarde, a las 20:30 horas, se celebra la segunda sesión de la fase oficial del Garnacha. Las tablas del Bretón esperan a ‘Las cartas de Cristian’. Serena Producciones levanta este texto de Antonio C. Guijosa. Una función que cambia el registro y se adentra en el teatro más contemporáneo para hablar de cómo de significativa puede ser nuestra vida, lo que quiera que signifique eso. Dentro del mundo televisivo, esta obra estrenada el año pasado, indaga en la ambición, el talento y las decisiones vitales.






