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Cuándo conviene refinanciar deudas y cuándo es mejor buscar otra solución

El problema surge cuando esas obligaciones comienzan a acumularse y la capacidad de pago se ve comprometida
Image by Steve Buissinne from Pixabay

Tener deudas es algo común en la mayoría de los hogares: hipotecas, préstamos personales, financiación de un coche, tarjetas de crédito o incluso pequeños créditos al consumo. El problema surge cuando esas obligaciones comienzan a acumularse y la capacidad de pago se ve comprometida. Ante esta situación, muchas personas se plantean la posibilidad de refinanciar deuda como una forma de aliviar la presión. 

Pero, ¿es siempre la mejor opción? No necesariamente. Refinanciar puede aportar ventajas, aunque en algunos casos puede convertirse en un error que agrava la situación. En este artículo analizamos en qué circunstancias conviene hacerlo y cuándo es preferible optar por alternativas distintas. 

¿Qué significa refinanciar deudas? 

Refinanciar deudas consiste en renegociar las condiciones de los préstamos vigentes con el banco u otra entidad financiera. Esto puede implicar: 

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  • Ampliar el plazo de devolución para reducir la cuota mensual. 
  • Cambiar el tipo de interés a uno más favorable. 
  • Unificar varias deudas en una sola, simplificando la gestión. 
  • Reestructurar la deuda incluyendo periodos de carencia o ajustes en las cuotas. 

La idea es adaptar la carga financiera a la capacidad actual de la persona deudora, buscando mayor flexibilidad y menor presión mensual. 

Cuándo conviene refinanciar deudas 

Hay situaciones en las que refinanciar puede ser una decisión estratégica y beneficiosa: 

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1. Cuando el tipo de interés es más bajo 

Si en el mercado existen condiciones de financiación mejores que las de tus préstamos actuales, refinanciar permite reducir el coste total de la deuda. Esto suele ocurrir en periodos de bajada de tipos de interés o si tu perfil crediticio ha mejorado

2. Si las cuotas mensuales son inasumibles 

Cuando los pagos mensuales superan un porcentaje razonable de los ingresos (en torno al 30-35 %), la refinanciación puede ayudar a alargar plazos y disminuir la presión en el corto plazo

3. En caso de tener múltiples deudas 

Unificar todas las obligaciones en un único préstamo facilita la organización y puede reducir el coste, especialmente si algunas de las deudas anteriores tenían intereses muy elevados (como las tarjetas revolving). 

4. Si se necesita ganar tiempo 

Ante un bache económico temporal —pérdida de empleo, gastos imprevistos o caída de ingresos—, refinanciar puede servir para evitar impagos y ganar margen mientras se recupera la estabilidad. 

Cuándo NO conviene refinanciar deudas 

La refinanciación no siempre es la respuesta adecuada. En algunos casos, puede alargar el problema o incluso hacerlo más costoso. 

1. Cuando las nuevas condiciones no mejoran realmente 

Si el banco solo ofrece ampliar plazos sin reducir intereses, es probable que el coste final sea mucho mayor aunque la cuota mensual baje. 

2. Si el problema es estructural 

Refinanciar no soluciona un desajuste permanente entre ingresos y gastos. Si el nivel de vida está muy por encima de lo que se puede permitir, la solución pasa por ajustar hábitos, no por pedir más tiempo. 

3. Cuando se corre el riesgo de volver a endeudarse 

Una refinanciación puede liberar dinero en el corto plazo, pero si no se acompaña de un cambio en la gestión financiera, existe el riesgo de seguir acumulando deudas y empeorar la situación. 

4. Si la deuda es relativamente pequeña 

En casos de deudas de bajo importe, puede ser más efectivo recortar gastos durante unos meses o buscar ingresos extra en lugar de asumir nuevos costes de refinanciación. 

Alternativas a la refinanciación 

Cuando refinanciar no es la mejor salida, conviene valorar otras opciones: 

1. Negociar directamente con los acreedores 

A veces no es necesario refinanciar, basta con hablar con las entidades y solicitar plazos más flexibles, una rebaja de intereses o un calendario de pagos adaptado

2. Aplicar métodos de pago escalonado 

Estrategias como la “bola de nieve” (empezar por las deudas más pequeñas) o la “avalancha” (priorizar las deudas más caras) permiten avanzar sin necesidad de recurrir a un nuevo préstamo. 

3. Reestructurar el presupuesto personal 

Revisar a fondo ingresos y gastos, eliminar partidas prescindibles y destinar ese ahorro al pago de deudas puede dar buenos resultados sin recurrir a refinanciaciones. 

4. Venta de activos no esenciales 

Vender bienes que no sean imprescindibles puede generar liquidez inmediata para cancelar deudas de forma más rápida. 

5. Ley de Segunda Oportunidad 

En situaciones de insolvencia grave, este mecanismo legal en España permite cancelar parcial o totalmente las deudas de particulares y autónomos bajo determinadas condiciones. 

Claves antes de decidir refinanciar 

Si estás valorando la refinanciación, es fundamental seguir algunos pasos previos: 

  1. Comparar ofertas: no te quedes con la propuesta de tu banco; otras entidades pueden mejorar las condiciones. 
  2. Calcular el coste total: más allá de la cuota mensual, analiza los intereses y comisiones a lo largo del préstamo. 
  3. Revisar comisiones: apertura, cancelación anticipada, seguros asociados… todo suma al coste final. 
  4. Evaluar tu capacidad de pago: asegúrate de que la cuota resultante encaja con tus ingresos reales y no compromete tu estabilidad futura. 
  5. Tener un plan financiero paralelo: de nada sirve refinanciar si se mantienen los mismos hábitos de consumo que llevaron al sobreendeudamiento. 

En conclusión 

Refinanciar deudas puede ser una herramienta útil para aliviar la carga financiera, simplificar pagos y evitar impagos. Sin embargo, no siempre es la mejor opción: en algunos casos solo retrasa el problema o lo encarece. 

La decisión debe basarse en un análisis realista de la situación, comparando alternativas y valorando el coste total. A veces la solución está en renegociar, ajustar el presupuesto o aplicar estrategias de pago, y solo en casos concretos la refinanciación es realmente ventajosa. 

En definitiva, la clave está en actuar con información, disciplina y visión a largo plazo. Solo así se logrará avanzar hacia unas finanzas personales más sostenibles y libres de cargas innecesarias. 

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