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Roda I, un vino que te seduce

Mayoritaria la tempranillo, con un pequeño aporte de graciano y garnacha, fruta que procede de viñedos en vaso localizados en el término municipal de Haro y en pueblos de la comarca
Foto: Juan Cuatrecasas

The Divine One, La Divina, es uno de los apodos que se utilizó para bautizar a la cantante estadounidense de jazz Sarah Lois Vaughan. Una voz única que ha pasado a la historia por su capacidad de improvisación y por lo que algunos denominaron dicción cristalina y fraseo impecable, definición magistral del periodista Iker Seisdedos en un artículo de El País del pasado. Cuerpo y alma, la describe también para El País, Miquel Jurado, años antes.

Para centrar el asunto quienes me siguieron en aquel blog sobre la cultura vitivinícola que dirigí durante años y que se llamaba El Alma del Vino, saben que siempre quise imaginar una comparativa entre la cantante mezzosoprano de Newark y la expresión de los Roda I, en cualquiera de sus ediciones de vendimia catadas. En mi escrito sobre el Roda I de 2008 hablaba de buena complejidad con la fruta negra como protagonista, walk my way, and a thousand violins begin to play…y en el que refería la edición de añada 2009 manifesté emotividad, boca engalanada, con también una sabrosa complejidad. Músculo de cuatro octavas, twelve bar blues. Lo reconozco, siempre he vibrado con esta referencia de la bodega del Barrio de la Estación. Y no solo hablé y escribí, de aquellas dos ediciones, caté y disfruté con otras tantas.

Porque como dice Agustín Santolaya, director general de la bodega, hay en La Rioja un gran juego climático, se alza el Mediterráneo por el curso oriental del río Ebro y baja el Atlántico por los cañones de la zona occidental. Mencionando después la personalidad indudable del cierzo redundante. Y es que en efecto, apreciado Agustín, el vino es la única manera dinámica de embotellar el tiempo. Y mientras repaso mis redacciones de cata del pasado referidas al Roda I escucho con emoción el control del nervioso tremor de Sarah Vaughn en diafragma, maravillado con Tenderly y después con Black Coffee.

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En plena amnesia con respecto a todo lo que me rodea, descorcho y aprecio. Mayoritaria la tempranillo, con un pequeño aporte de graciano y garnacha, fruta que procede de viñedos en vaso localizados en el término municipal de Haro y en pueblos de la comarca, cosechada de modo manual, con una fermentación que se desarrolla en bodega y para la que se usan tinas de roble. Madura en barricas de madera francesa en medida paritaria, nuevas y de un vino. Dieciséis meses preceden al embotellado.

Y después armado con un lápiz y un folio comienzo a escribir, sensaciones maravillosas que refiero como fruta predominante, negra por encima de roja, madera integrada sin espacio para dudar. Amplio en sutileza, como un baile en la boca y el paladar, una danza apacible pero intensa, especiados dulces, sueños de cacao y hierbas aromáticas. Viveza en su entrada y sensual en el paso, fino y elocuente, armónico. Imagino una bella rosa cerrada que abre sus pétalos porque es un vino que encandila poco a poco, a medida que pasan los minutos y desde el interior de la copa fluye su capacidad expresiva. Perfuma la vía nasal en sucesivas aproximaciones, con un balance prodigioso en donde la fruta negra y en menor medida la roja mantienen un excelso protagonismo. Frescura y madurez en los taninos. Of the golden smile that introduced me to the days of wine and roses and you, dejo que Vaughan me cante al oído y bebo con placidez.

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“Mi pasión por el Roda I no es fruto de liturgias ni falsas pretensiones”

Mi pasión por el Roda I no es fruto de liturgias ni falsas pretensiones, es simplemente un agradecimiento a quienes desde el Barrio de la Estación de Haro saben elaborar un vino que como afirmó el escritor francés Jean Giono, que fue presidente del jurado del Festival de Cine de Cannes y escribió la maravillosa Colline, hay en la sensualidad una especie de alegría cósmica. Una pasión que es probable tenga algún ingrediente de hedonismo personal, admiración sincera por una propuesta pero sin vehemencia. Porque su regularidad, añada tras añada hay que aplaudirla y reconocerla, poniendo en valor su tapiz, un lustre específico que identifico siempre con la grandeza del trabajo bien hecho. Desde 1992, fecha de su puesta de largo, nunca fue un vino para fabulaciones, siempre ha sido uno de esos vinos que te hacen disfrutar. No es inconmensurable, es simplemente magnífico.

Dicen que el mejor vino es el que tarda menos en faltar en el interior de la botella tras el descorche. Pues bien, tras mi cata íntima y personal, la he compartido con la familia y les puedo asegurar que más allá del disfrute comunitario, la botella ha quedado deshabitada en pocos minutos. Cuando este vino se entrega desde la copa, lo hace con una más que sobresaliente generosidad. Como la voz de Sarah Vaughan, como los legendarios vinos finos de Rioja. Quienes hemos disfrutado de infancia y juventud de mil y una correrías por caminos secundarios de la Rioja Alta, en los vericuetos rurales de la comarca de Haro, sabemos de la eterna presencia de matas de mora, esas que callan invisibles en invierno y brillan con luz propia en verano. Las mismas que ofrecen generosas sus frutos silvestres a chicos y chicas e incluso algún adulto para crear en su gusto presente y en su memoria eterna un registro de dulzor y acidez incapaz de fenecer. Y esa fruta negra, chispa de placer, eléctrica emoción, se planta orgullosa en este vino y en la edición de vendimia que comento en estas líneas.

Extensión y velocidad, dos factores del vibrato de Sarah Vaughan que se insertan en la expresión recogida por el instinto catador de este Roda I, cuya mayor virtud, en mi opinión, es transmitir una sensualidad admirable, un elegante chasquido dactilar imaginario que te hace centrar la atención dejando de lado su condición de reserva, su estampa exterior y todos los reflejos que surjan desde la arquitectura de la bodega ubicada en el Barrio de la Estación de Haro. Mensaje enviado por la Tempranillo, frecuencia y afinación que habla de buena y jugosa fruta, de aromas de etapa de cosecha, de labor de campo y bodega.

Decir que en este vino hay erotismo no es inventarse un descriptor por el mero hecho de añadir liturgia poética, es en mi caso apuntar un automatismo que surge espontáneo, una condición irrefutable con la que no pretendo resultar ostentoso sino agradecido. Porque cuando la edición de añada de un vino te causa mucha satisfacción personal, casi hablar de erotismo puede resultar insuficiente. Del avant garde de la escritora Anais Nin me viene a la memoria aquella mención el erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía. Un vino que en mi agenda de catador aparece con diecinueve puntos de valoración sobre veinte posibles forma parte de mi conocimiento y desde luego de esa fuerza poética que todos y todas llevamos dentro. Edición de añada 2017, excelencia.

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