“Sin embargo, como decimos, venimos con buena voluntad. Estamos convencidos de que más allá de los personajes, intereses y partidos que representan, más allá de los justos reproches que les hacemos y de las fundadas dudas de que quienes nos dicen que estos diálogos no servirán de nada, estamos convencidos de que ustedes, al igual que se lo dijimos al Presidente de la República, pueden oír, en este ejercicio plenamente democrático, el latido humano de su corazón”.
Javier Sicilia, poeta, escritor y activista mejicano, tapizó con estas palabras la gran marcha por la paz que en Mayo de 2011 supuso una loa a los derechos humanos en la nación Tenochtitlan.
Personalmente y sin entrar en debates hoy ya estériles, comparto la opinión de quienes han difundido estas últimas horas la idea de que la cuestión no es tanto quiénes son los culpables del fracaso de la investidura. Lo importante es quiénes son las víctimas de la ausencia de un gobierno progresista en España.
Se ha abierto una herida profunda y hay que cicatrizarla cuanto antes
Lo escribió ayer una compañera socialista en las redes sociales y en sí misma esta es la expresión de la frustración, de la rabia contenida que algunas y algunos tenemos en el corazón. Se ha abierto una herida profunda y hay que cicatrizarla cuanto antes porque las gentes de la España real ya no soportan la hemorragia.
Ciudadanos y ciudadanas que un día fueron a votar y que no se han visto ni representados ni honrados por el espectáculo reciente. No es tiempo de culpas y reproches, de incendiar la realidad con pólvora gratuita ni de salidas de tono traídas por una incontinencia verbal deplorable.
Es deber, obligación pendiente, que comencemos el curso político con un gobierno constituido
Yo también tengo claro que las únicas víctimas de este surrealista receso, son quienes más allá de los duelos dialécticos ‘ad hoc’ y de la retórica endomingada, han intentado creer y se han visto desplazados por el desencuentro y la incertidumbre. Por supuesto que no hay vacaciones posibles, ni medias tintas. Es deber, obligación pendiente, que comencemos el curso político con un gobierno constituido.
Sin esa premisa, no habrá perdón posible. Y quienes creemos en el perdón, algo tenemos que aportar, desde la serenidad, la calma y la mesura responsable. Cohesión, consenso y desterrar el retroceso del cangrejo y la cabeza enterrada del avestruz, en beneficio del latido de nuestro corazón, de la condición humana del político.
“El corazón del loco está en la boca; pero la boca del sabio está en el corazón”, recurso literario de Benjamin Franklin que durante los próximos días deberíamos poner como frase de cabecera en nuestro devenir. Llamada a la responsabilidad, a la visión de estado, porque el estado somos todos incluso aquellos y aquellas que tenemos tanto trabajo acumulado y pendiente por resolver.
Y no olvidemos nunca que la paciencia, como dijo el inapelable Jean Jacques Rousseau, es amarga, aunque sus frutos sean dulces. Mantengamos la esperanza libre de reproches. Aunque a ratos nos invada una lógica incredulidad.