Como si el tiempo no existiese. Acostumbrados a rememorar año tras año la firma de la Paz de Briones, el hito histórico que puso fin en 1379 a las refriegas entre los reinos de Castilla y Navarra, liderados entonces por Enrique II y Carlos II, que la celebración permaneciese dos años en la trastienda por las restricciones que impuso la crisis sanitaria del Covid no planteó mayo inconveniente. Aunque el desarrollo final de las Jornadas Medievales que alberga el impresionante callejero de la localidad riojalteña, uno de los pueblos más bonitos del país, vino a demostrar que entre sus vecinos había ganas de retomar el pulso del encuentro que busca un hueco entre las fiestas de interés turístico internacional, años después de haberse colado en la clasificación nacional.
Han resultado por ello dos jornadas especialmente intensas, organizadas con mimo y detalle por la Asociación Briones Medieval y cientos de colaboradores y vecinos. En cierto modo porque la ola de calor endureció muchas de las labores que realizan los miembros de la organización y sus figurantes, muchos de ellos llegados de otros rincones del país y hasta de otros países del Viejo Continente para realizar exhibiciones de torneos, ‘sbandieratori’, tiro con arco, música y danza de la época, cuentos y cantares que fueron en su día de ciego.
Medievo a todo color
Fundamentalmente porque el personal tenía ganas de mostrar el mejor de sus productos, dejando que el continente de piedra de sillería al que pone eje la torre de la Iglesia de la Asunción, hiciese hueco al contenido que llegaba con tropa de infantes y caballeros de monta, grupos de monjes y señores con feudo, mesoneras, artesanos y gentes eclesiásticas, para devolver al municipio a sus orígenes sin dejan de pensar por ello en su futuro.




De esta maenra, con más impulso que nunca, se fueron abriendo los portales que aportaron algo de frescura a dos días de aúpa, más para el herrero o el cantero que le daban a la fragua y a la maza para sacar lo mejor de sus materias primas, mostrando al mismo tiempo viejos oficios que ya pasaron o corren el riesgo de pasar, y formas de entender la vida que resultan tan ajenas a esta nueva época en la que el tiempo, no sólo pasa, sino que además vuela, acelerado por las endiabladas tecnologías que ayudaron a retener, no obstante, la inagotable cascada de imágenes que se fueron agolpando desde ayer, sábado, hasta este domingo, cuando se produce uno de los momentos más sentimentales, con el cierre de portales y el recorrido portando antorchas por todo el pueblo. Ahí, en la cámara de los ‘smartphones’, es donde mejor parecen confluir y entenderse pasado y presente. A todo color.
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