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Night Shyamalan, o como hacer cine político sin parecerlo

Al pequeño Nanoj le regalaron una cámara Super 8 cuando tenía 8 años. A partir de ese momento no paró de imitar al que consideraba su héroe: Steven Spielberg. Con 17 años ya había realizado 45 películas caseras.

Su primer largometraje, “Praying with the anger”, de 1992, pasó de puntillas por la gran pantalla, sin hacer apenas ruido y ahora reposará en alguna estantería acumulando polvo. Pero en 1999 revolucionó a todas las salas del mundo con el estreno de “El sexto sentido”. En ella, además de descubrir una faceta escondida del rey del tiro fácil como es Bruce Willis y al joven actor Haley Joel Osment, nos dejo una de esas historias dificiles de olvidar. Sin lugar a dudas, “El sexto sentido” es la película de Shyamalan que más ha llegado al espectador “de andar por casa”. Quizás Shyamalan también lo hizo así adrede. Regalarnos su producto más comercial al principio y, más tarde, con los demás títulos ofrecernos sus verdaderas intenciones. Si “El sexto sentido” nos ofrece una visión distinta sobre la redención, en “El protegido” (que también protagonizo Bruce Willis) nos regala un homenaje a los héroes de cómic difícil de catalogar, y deja caer finalmente (y de manera sutil) el tema del terrorismo.

En “Señales” (una de los trabajos de Shyamalan más injustamente criticados) aparecen las dudas de la fe y pone a sus protagonistas, Mel Gibson y Joaquin Phoenix, frente a una invasión alienígena cuando en realidad podría haber sido de cualquier otra naturaleza. Porque en que fueran extraterrestres “los malos” no radica lo esencial del filme sino en otras cosas que Shyamalan siempre consigue enmascarar para que el espectador tenga que pensar. Que no se lo den todo hecho, vamos. Para muchos que visionaron “Señales” en su estreno, la película era una muy mala historia de extraterrestres. Podrían haber sido nazis en lugar de bichos verdes. Eso es lo que menos importaba. La historia encerraba mucho más que todo eso.

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Tras “Señales”, Shyamalan dirige “El bosque” (de nuevo con Joaquin Phoenix), una extraña historia de amor que esconde algo más que eso. Una dura crítica a la sociedad estadounidense que, en plena guerra del golfo y el miedo al terrorismo, pocos supieron apreciar. Y de nuevo, la gente (la mayoría) que pudo ver “El bosque” mostró su indiferencia. Les parecía una mala película de terror. Ni miedo ni nada. No había tías en bolas corriendo y gritando como enérgumenas. Nada más lejos de la realidad. Un filme político enmascarado.

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Su último trabajo hasta la fecha es “La joven del agua”, una de las mejores películas de 2006 (sino la mejor) junto con el nuevo Bond de “Casino Royale”. Partiendo de un cuento que él mismo contaba a sus hijas antes de dormir, Shyamalan teje un cuento fantástico que encierra muchas de las claves del mundo actual. Casi una parábola. Sólo hay que fijarse bien en el prólogo del filme, y cuando la historia culmine revisitar el prólogo. Uno se da cuenta de que Nanoj cuenta más de lo que parece. De que su cine, aunque utilice recursos y mecanismos del estilo de Hitchcock, es mucho más profundo del que hizo éste.

No me cabe ninguna de que Shyamalan será recordado como uno de los grandes directores de la época y que alguna de sus películas será revisitada en un futuro no muy lejano y muchos críticos de plumilla fácil tendrán que refugiarse debajo de sus mesas.

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